CRUCE DE DESTINOS - Cap. 9º / JUEGO DEL DESTINO
Y pasó esa noche y el día siguiente. No quería salir a la calle, la molestaba el ruido de las gentes transitando felices, ajenas al drama que estaba viviendo. Buscó en su bolso el teléfono móvil y pulsó el número de Denis
-Denis, hola, soy yo. Y exhaló un profundo sollozo
-Denis te necesito. Estoy no sé ni dónde. No se a dónde ir, ni qué hacer.¿Dónde estás tú?
Denis alarmado la preguntó una y otra vez lo que había ocurrido y lo que había pasado para encontrarse en un hotel de una ciudad española.
-Es muy largo de contar, sólo te digo que he perdido lo que más quería. Lo he perdido todo y no sé qué hacer...¿Puedes venir ?
Denis respondió
-Naturalmente que voy para allá. Sólo dame el día de hoy para organizar todo y mañana mismo vuelo hacia alli. ¿ Dónde estás, en qué hotel?
Denis llegó muy preocupado y se desmoralizó cuando Christine abrió la puerta de su habitación y pudo comprobar el estado en que se encontraba la joven. Hizo un relato pormenorizado de todo lo ocurrido y después sin poder remediarlo, se echó a llorar apoyando su rostro en el pecho de Denis. Estaba más tranquila con él allí; al menos podía haber hablado con alguien de toda su confianza.
Denis no supo qué decir. Se sentía responsable por haberla obligado a aceptar ese caso, pero nunca imaginó la dimensión que tomaría el problema. La acarició la cabeza depositando un beso en sus cabellos. Quería a esa chica como si fuera su hermana pequeña y así la sentía. Siempre había tratado de protegerla y cuidarla; ella le correspondía de la misma manera y gozaba de toda su confianza, sabía que en momentos de apuro siempre podría recurrir a Denis.
Transcurrió un rato muy largo en que ninguno de los dos hablaba, solamente los sollozos entrecortados de ella era lo que se escuchaba en aquella pequeña habitación. De repente Denis habló:
-¿Sabes?, te vas a dar una ducha, ter vas a poner un bonito vestido y vamos a salir a la calle a comer, a divertirnos un poco si es que podemos, pero fuera de esta habitación. Mientras tanto déjame que piense en algo.
Igual que una niña, ella le obedeció y cuando salió arreglada su aspecto había cambiado. Denis la miró complacido y sonriendo le dijo:
-Esto ya es otra cosa. Se me ha ocurrido: vamos a alquilar un coche y vamos a bordear toda la costa y cuando encontremos un pueblecito que nos guste nos quedaremos hasta que te encuentres mejor y decidas dónde quieres ir. ¿Te parece?
A Christine le daba igual todo, no le importaba el lugar, pero sí quería alejarse cuanto antes no sabía hacia dónde tenía la impresión de que todavía estaba demasiado cerca de Mathew.
-¡Mathew! ¡ cómo habría recibido su carta !
Después de alquilar un coche tomaron en dirección a la costa y llegaron hasta una región que se llamaba Asturias y allí descubrieron un maravilloso puerto de pescadores. Parecía un pueblo de nacimiento, precioso y no demasiado grande. De mutuo acuerdo con una simple mirada, aprobaron recalar allí y empezaron a buscar dónde hospedarse.
Pasaron los días y Christine parecía ir asumiendo su nueva situación y encontrarse a gusto en aquel maravilloso pueblo. Habían transcurrido varios días y Denise recibió una llamada reclamando su presencia en Londres. Había surgido una complicación en una delegación en Africa y tenía que regresar con suma urgencia Christine le animó a que partiera inmediatamente. Ella se encontraba más tranquila y le prometió tenerle al corriente a diario. Y así se quedó sola, pero prometió a Denise que trazaría un plan para reorganizar su vida, y así lo hizo.
A la mañana siguiente de partir Denis, salió a la calle a comprar el periódico: Empezaria buscando un trabajo, pero no hablaba castellano, sólo ingles y un poquito se defendía en francés.
-Bueno, algo habrá para mi. Lo tengo que hacer, se lo he prometido a Denis.
Se lanzó a la calle buscando algo que se acomodara a su formación, pero era un sitio pequeño y era dificil . Entró en el hotel para ofrecer sus servicios como intérprete, pero la dificultad estaba en que ella no sabía mas que unas pocas palabras en español. Las justas para poderse defender al hacer la compra.
Cansada de dar vueltas entró en un café, y allí ¡milagro! había un cartel en el que precisaban una camarera. Preguntó a quién le servía y le indicaron que tenía que hablar con la dueña, y hacia la barra se dirigió para hablar con ella.
La conversación fué breve. Christine expuso sus conocimientos del castellano, pero la mujer la sonrió complacida y le dijo:
-Mira chiquita, aquí vienen muchos ingleses que no hablan nada de español y tenemos algunos problemas para entendernos, aunque al final nos entendemos. Pero si hay alguien que les pueda explicar en qué consiste determinada comida, pues bien. Así que, te contrato. El sueldo no es muy grande, es un bar pequeño, pero podrás comer aquí y ahorrarte el gasto de mediodía. El horario será de doce a seis de la tarde y luego de ocho a once de la noche. Se retiran pronto a dormir, con lo cual esas son las horas de más trabajo.¿Aceptas?
Christine aceptó, pues el dinero se le estaba acabando:
-De momento y hasta que encuentre otra cosa mejor, ésto me servirá. ¿Cuando quiere que empiece?
-Pues mira, cuanto antes.¿Te viene bien esta misma tarde?, pues eso.Te espero a las ocho. ¿Dónde vives?
-Estoy en la pensión Astur y mi nombre en Christine May.
-De acuerdo, niña, pues a las o cho te espero. Hasta luego. Ahora sigo con mi trabajo.
El trabajo era cansado y un poco estresante debido a la prontitud con que había que servir las mesas. Su español había mejorado mucho y había simpatizado con todos los que trabajaban en el bar. A diario llamaba a Denis y éste más tranquilo la insitía en que siguiera buscando otro empleo para el que estaba más capacitada.
Christine, no sabía por qué se encontraba a gusto a pesar de que cuando se acostaba por las noches estaba rendida.Pasaba muchas horas de pie, algo a lo que no estaba acostumbrada, pero había empezado a estar en paz consigo misma y de vez en cuando la sonrisa iluminaba su rostro, aunque también la asaltaba la tristeza con más frecuencia de la debida.
Llegó el buen tiempo, el sol brillaba y el calor empezaba a notarse. También empezaron a venir los turistas, tanto nacionales como los extranjeros. En el puerto más cercano al pueblo, atracaban cruceros lo que acarreaba la visita de muchos visitantes a ese pueblo, que era declarado como ejemplo de buen vivir.
En una de las mesas se sentaron seis personas de edad mediana con buen humor. No paraban de reirse gastando bromas mientras leian la carta, ahora sí, traducida al francés e inglés gracias a los idiomas que había aportado al negocio Christine.
-Señorita, por favor.Sonó una voz en perfecto inglés
El timbre le resultaba conocido, pero de momento no lo identificó
-Un momento, por favor.
Se giró y se dirigió a la mesa que reclamaba su presencia. Se quedó parada de golpe a mitad de camino mirando fijamente a la persona que la llamaba
-Señorita, señorita, aquí por favor.
Christine con paso lento se aproximó y entonces fué cuando el caballero que la reclamaba se fijó en ella. La sonrisa que hasta ese momento dibujaba las facciones del hombre se borraron y sus ojos se abrieron desmesuradamente.
- Oh, Dios mio ¡ eres tú ! ¿Trabajas aquí?, pero ¡ si eres abogada ! ¿Cómo has llegado hasta aquí?, no puedo creérmelo...
Los compañeros de viaje no entendían nada. Ella se apresuró a tomar nota de lo que querían , mientras el sr. Hutchinsons no dejaba de mirarla asombrado de la coincidencia del encuentro.
-¿ A qué hora sales ?, tenemos que hablar. Es muy importante que hablemos.
Ella no podía ni hablar.Las palabras no salían de su garganta.
-¿Qué querrá ahora?, no lo entiendo. ¿Es que no voy a poder vivir tranquila, es que mi destino es salir huyendo para no encontrármeles? Señor, ¿le habrá pasado algo a Mathew?, no por favor, eso no. Ya es suficiente.
Su cabeza pensaba a mucha velocidad, al tiempo que se oyó contestando a su interlocutor
-Salgo a las once de la noche.
-Bien, a esa hora estaré aquí
-¿ De qué quiere hablarme? yo ya cumpli mi parte. No quiero saber nada más. Por si no lo sabe aún no he superado aquello. Déjeme en paz, por favor. Aquí estoy tranquila, pero veo que eso también le molesta.Le aseguro que no he tenido ningún contacto con él, se lo aseguro...
-Lo sé, lo sé. Pero hemos de hablar. No tienes ni idea el tiempo que llevo buscándote, mejor unos detectives que contraté para encontrarte, y como puedes comprobar sin resultado alguno. El destino es muy caprichoso porque yo decidí este crucero a última hora. No sé por qué pero sentí la necesidad de hacerlo. Hemos pasado una mala temporada y necesitaba salir de Londres.
-Los negocios ¿van mal?
-No, no, no tiene nada que ver. Ha sido la situación familiar. Pero bueno esta noche hablaremos si tu quieres naturalmente.
Ella aceptó y se le hicieron interminables las horas que faltaban para la entrevista. No imaginaba lo que aquel hombre quería de ella. No tenía sentido el empeño en hablar ¿de qué?
-Me intriga lo que va a decir. No creo que vaya a reclamarme algo. No he tenido contacto con ellos y además ha pasado mucho tiempo. ¿Qué se traerá entre manos ahora ?
Y llegó la hora.El sr. Hutchinsons entró en el bar cuando faltaban cinco minutos para que se cumpliera el fin de su jornada laboral. La aguardaba en el mostrador mientras tomaba una cerveza. A las once, Christine apareció ataviada con su uniforme como era habitual. El señor la miró y en su rostro apenas se dibujó una mueca de disgusto.
-¿No tenias un empleo mejor?
-Pues mire no, se me acababa el dinero y tenía que vivir. Aquí tengo unos compañeros buenos, que me aprecian, unos buenos jefes, y lo mejor no hacen preguntas como las suyas. Claro que según su criterio yo debía tener en el banco una gran cuenta en metálico, y ya ve que no era así. Pero en fin, de eso hace ya mucho tiempo y no merece la pena volver al pasado.
-Dígame lo que quiere. Estoy cansada y deseando meterme en la cama. Ha sido un día un poco complicado para mí.
-Vamos a un sitio donde podamos hablar con tranquilidad. Es mucho lo que hemos de hablar y necesitamos calma¿dónde podemos ir?
-No se me ocurre otro sitio mejor que la playa. A estas horas no hay nadie y si tenemos que gritarnos nadie nos oirá.
-¿Piensas gritarme?
-Pues, depende. No entiendo lo que está pasando, ni tampoco tengo mucho interés por entenderlo.
-Tienes razón en guardarme rencor.Me equivoqué contigo. Buscando paz para mi hijo os he arruinado la vida a los dos. Tienes razón, no tenía derecho a juzgarte sin apenas haberte conocido. Debí darme cuenta de que sólo te movian buenos sentimientos hacia las personas que reclamaban tu ayuda. Debí adivinar la calidad de tu buen corazón. Sin embargo te juzgué mal, creí que eras una de esas mujeres que buscaban dinero, posición social, en una palabra lo que menos les importaba era la felicidad de Mathew, y pobre hijo mio ¡qué daño le hice!
-Dígame que no le ha ocurrido nada malo, por favor dígamelo
-Cuando recibió tu carta se volvió como loco. Ya sabes los antecedentes de Margaret. Parecía un lobo acorralado dando vueltas sin cesar por su despacho. Llamó a voces a Clive que estaba ignorante de todo, me llamó a mi buscando una explicación y todo lo que le dí fué la conversación que había tenido contigo el día anterior. Me miró fijamente con una mirada que me aterrorizó, un odio que nunca le había visto llenaba la expresión de sus ojos, y recordé que tu me lo advertistes. Salió dando un portazo y tardamos en verle varios meses. Su hermano le llamaba al móvil y no contestaba. Cuando regresó al cabo de un tiempo, comenzó una escalada que me tenía muy asustado. La mayoría de las veces llegaba muy tarde y borracho. Salía cada día con una mujer y volvía en condiciones lamentables. No escuchaba a nadie, no hablaba con nadie. Abandonó su trabajo; desaparecía de repente y no sabíamos a dónde iba ni con quién estaba.
De nada servía que le hubiera pedido perdón y que contratara a unos detectives para localizarte, pero tu también habias desaparecido. No había rastro alguno. Un día buscando una solución y arrepentido de lo que había hecho, sin saber por qué encaminé mis pasos hasta las casas sociales que se estaban rehabilitando, buscando no sé muy bien qué, quizás aliviar el peso enorme que llevaba sobre mi conciencia. De repente una figura alta salió de uno de los portales dando grandes zancadas. Era como una respuesta a lo que buscaba, era Denis. me apresuré en llegar a su altura y reclamé su atención llamándole por su nombre.
-¿Le conozco?, me preguntó
-Si, ya lo que creo que si y viene como una bendición.Le expliqué lo ocurrido y él apesadumbrado me dijo: " Metió la pata bien metida Ha destrozado la vida de dos personas buenas, que sólo buscaban amarse y estar juntas para siempre. Las ha separado de una manera que ni siquiera se les puede nombrar sin causarles un daño irreparable"
-¿Dónde está Christine? necesito hablar con ella.
-No, sr. Hutchinsons, no le voy a facilitar su dirección para que de nuevo vuelva a urgar en su herida, que apenas ahora está empezando a cicatrizar. Déjela en paz; ahora vive tranquila, que no feliz. La felicidad se la rompió usted de una manera que no merece. No voy a decirle nada. Deberá llevar ese peso sobre su conciencia. A su propio hijo le hizo mucho daño. Pídale perdón y cuéntele la verdad, quizás así podrá encontrar la calma en su vida. Buenos días señor, discúlpeme pero tengo prisa.
-¿No te dijo nada de nuestro encuentro?
-No.El sabia lo mal que lo he pasado.Gracias que le tenía .. Es como mi hermano.Siempre le he tenido cuando le he necesitado, y creáme le he necesitado y mucho. Hasta estuve a punto de irme a Africa a su organización. Solamente quería poner tierra por medio cuanto más mejor.
-¿Ha jugado el destino a nuestro favor?Necesito que me perdones, necesito que vuelvas y te encuentres con Mathew, así únicamente recobraré a mi hijo. Le tengo perdido, apenas le veo, está amargado, no trabaja, no hace nada. Estoy muy preocupado y sé que solamente tú puedes poner calma en su atribulada vida.
-No sé si podré perdonarle, no lo sé. Todo esto me ha pillado de sorpresa. Quizás con el tiempo, cuando las heridas cierren, cierre también este dolor tan profundo. Hoy no puedo, lo siento.Está pagando su mala acción, porque fué una mala acción prepotente No todo se puede comprar con dinero, sr. Hutchinsons. Hay algo que las personas tenemos y se llama dignidad, y usted la tiró por los suelos ofreciéndome un cheque para que desapareciera de la vida de la persona que más he querido y por la que más he luchado. Créame hubiera dado la mitad de mi vida porque aquello no hubiera ocurrido. Yo no quiero que su hijo le odie. Los padres son lo más importante de nuestras vidas, a quienes podemos recurrir en momentos malos; yo no tengo más que a Denis, y está lejos. ¿Se imagina la cantidad de noches que he pasado llorando, sin dormir, recordando a Mathew?, no no lo sabe. De haberlo sabido no me hubiera propuesto el alejarme de él.
Eso ya no tiene remedio, lo dicho dicho está y no se puede volver atrás. Vaya en paz sr. Hutchinsons; me ha pedido perdón y hoy por hoy, aunque resentida, con eso me basta. LO que menos quiero es que pierda a su hijo. Dele tiempo; él estaba muy herido por Margaret y en mí había encontrado de nuevo el amor, al perderlo no sé si será capaz de volver a confiar en alguien. Ese es un trabajo que tendrá que hacer usted.
Le tendió la mano con tristeza y unas lágrimas inundaron sus ojos mientras se alejaba Huchinsons la vió ir con emoción, con el brillo de llanto a punto de salir, al comprobar que todo se había perdido irremediablemente.
-Hola pequeña. ¿Qué tal estás?
-¿Qué te ocurre, estás enfermo? Tienes una voz muy extraña
-No sólo tengo un poco de fiebre. Espero que nada importante. Me están haciendo algunas pruebas debido a que acabo de llegar de Africa. Por si hubiera contraido malaria o alguna otra cosilla
-No me alarmes¿es algo serio? Por favor dime la verdad, no me mientas.
-Pues la verdad es que estoy muy preocupado Llevo bastante tiempo que no me encuentro bien y... no me atrevo a pedirte una cosa
-¿Qué es? sabes que estoy dispuesta a hacer lo que sea por ti. Eres mi única familia, mi hermano.Dime qué es lo que puedo hacer.
-Venir, te necesito a mi lado. Se lo que representa para ti, pero no te lo pediría si no fuera necesario. Por favor ven pronto.
-¡ OhDios mio ! ¿qué tienes, qué te pasa?, y se echó a llorar
-No, no, no llores no podría soportarlo.
-Mañana mismo estoy allí. Ahora cuando termine de hablar contigo, lo haré con mis jefes y me darán permiso, y si no iré de todas formas. Por favor, dime que no es nada grave, dímelo por favor.
Lo dejó todo, los jefes la comprendieron y llena de miedos y de nervios, tomó el avión que la llevaría de nuevo a Londres, junto a Denis.
Comentarios
Publicar un comentario