ABOGADOS - Capítulo 5º / UN AÑO NUEVO





Y llegó Navidad. Ann pasó este día con la compañía de sus entrañables amigos: Lisa, Terry y sus respectivas parejas. La comida fué alegre entre risas y brindis, a pesar de que ella estaba nostálgica. Se acordaba de sus padres y de...Robert. El encuentro casual con él, la llevaba a antiguos recuerdos que quería desechar a toda costa, pero que le era imposible, no pensar en él. ¿Qué estaría haciendo, con quién estaría, sería Jenny la que disfrutara de su compañía?

Después de la cena se entregaron los regalos que todos celebraron alegremente. Eran como niños grandes disfrutando de la Navidad.

Robert estaba solo. Jenny seguía en Grecia, en el crucero. El día 24 se acostó temprano aunque tardó en dormirse. El día 25 se preparó un sandwich y contemplándolo sonrió y se dijo

--¡¡¡ Vaya un menu de Nav idad !!!

No tenía ningún apetito y con la bandeja delante, encendió el televisor. Recordó sin poder evitarlo el encuentro con Ann. Algo se estaba moviendo en su interior; había vuelto a años atrás, antes de que el destino les separase. Estaba enfadado, frustrado. Se sintió mal. La televisión encendida en un canal de dibujos animados, pero él ni siquiera veia la pantalla absorto en sus pensamientos. El repiqueteo del teléfono le sacó de su ensimismamiento

--Si, ¿ quién es?

--Bobby, mi amor. Feliz Navidad

--Una voz alegre y jovial le felicitaba la Navidad. Era Jenny, aunque él hubiera deseado que hubiese sido otra persona

--¡ Jenny ! Feliz Navidad ¿dónde estáis, seguís en Grecia?

--Si, oye no puedo entretenerme mucho. Estoy trabajando y están especialmente alegres. Te mando un beso. Hasta la próxima mi amor. Muuuuua

--Hasta la vista, Jenny

Se había despedido como si Jenny fuera una amiga, y no la mujer con la que había decidido compartir su vida. Fué frio, no sólo porque estaba enfadado con ella, sino porque su pensamiento estaba en otro lugar y no supo reaccionar. Apagó el televisor y a pesar de la nieve que había en las calles, decidió salir a dar un paseo. En casa, se volvería loco. Sintió pena de sí mismo: Ann, Ann ¿por qué la vida jugó de esa manera tan cruel con nosotros?

Dando una vuelta y sin saber cómo, llegó hasta Central Park, hasta el lugar favorito de Ann y se refugió en el recuerdo cuando ambos estuvieron juntos en aquel rincón.

No podía apartar de su cabeza el recuerdo de Ann. No le parecía justo hacerle eso a Jenny, pero por mucho que se esforzara no la podía apartar de su mente.



Ni siquiera la podía llamar por teléfono e invitarla a comer. No le había pedido su número, no sabía dónde vivía. Sacó de su bolsillo el móvil y marcó el número de Ann, sin esperanzas de poder contactar. Seguramente habría cambiado de aparato, no obstante lo intentó

--El número marcado no existe.. Fué la respuesta que escuchó.

Ann se incorporó al trabajo normalmente, siguió con lo que había dejado pendiente el día 23. No tenía juicios, sólo trabajo de despacho.

--Ann, te llaman por teléfono

--¿Mis padres?

--No, lo siento no se quién es. Pero es voz de hombre si te sirve de ayuda

--Dígame

--Ann, feliz Navidad

--Robert, ¿cómo...? Perdona olvidé que la firma es muy conocida y tú eres abogado. Feliz Navidad, tú también. Y ahora dime lo que deseas.

--Lo que yo deseo es que comamos juntos ¿Aceptas?

--No Robert. Creo que es mejor así. No podemos vernos, no podenmos ser amigos. Será todo más fácil ¿comprendes?

--No, no comprendo qué tiene de malo el que un día comamos juntos y charlemos como dos buenos amigos.

--Es que nosotros no podemos ser amigos, no somos como dos buenos amigos. Creéme es mejor así. Y ahora si no te importa, tengo mucho trabajo.

--Dime al menos si vas a ir a San Francisco para el Año Nuevo

--¿Y qué mas da? No te entiendo, pero no , no voy a ir. No tengo vacaciones y no puedo viajar. Te deseo lo mejor , que se cumplan tus deseos. Adiós., y colgó el teléfono.



Robert se quedó mirando al aparato. No le había dado tiempo pedirla su dirección, al menos para envuiarla unas flores, pero ahora sabía dónde recabar información: , preguntaría en su oficina.

A última hora de la tarde recibió un hermoso ramo de rosas, semejante a aquél que recibió en su día y con la misma dedicatoria: Robert.

Ann se quedó mirando a las flores emocionada y sin saber qué podía hacer. El respeto hacia la mujer que compartía la vida de Robert, la impedía actuar como manda la buena educación: ¿debería darle las gracias, ó no contactar con él? Decidió hacer ésto último. Pero Robert ya había averiguado su domicilio mediante la señorita que atendía la centralita del despacho de abogados.

El día 30 en el bufete, en donde trabajaba Ann, se celebró con una fiesta la despedida del año, ya que el día 31 no trabajarían. Uno de los socios más recién llegados, se sentía atraido por aquella misteriosa mujer que era Ann. Era muy respetada por todos sus compañeros y le extrañaba que siendo bonita y divertida, no saliera nunca con nadie. Decidieron que cuando salieran del trabajo , irían todos juntos a un karaoke a divertirse y despedirse hasta el próximo año.

Así lo hicieron y rieron y se divirtieron todos juntos. Así pasaron hasta altas horas de la madrugada en que todos se retiraban cada uno a su casas. El socio nuevo se ofreció a acompañar a Ann hasta su domicilio. Se mostraba especialmente cariñoso con ella: había bebido quizás más de la cuenta. Ann no quiso arriesgarse a tener algún incidente y pidió a una compañera la hiciera el favor de que fuera con ellos. Respiró tranquila cuando en su apartamento se encontró a salvo. Había sido una anécdota que la traia un mal recuerdo.


Times Square.

El día 31 Ann no deseaba salir de casa. Sus amigos se reunían con las familias de sus parejas y ella estaría sola. Nostálgica por todo lo que le estaba ocurriendo, estaba indecisa: no sabía, en contra de su deseo, si ir hasta Times Square e incorporarse a la muchedumbre y recibir así el nuevo año. No le gustaban las aglomeraciones, pero en esta noche no le apetecía pasarla sola. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Estaba triste y decidió que se daría un baño con sales para relajarse y después cenaría cualquier cosa. Esperaría hasta las doce para acostarse . Se puso una bandeja con una ensalada y un poco de queso. Lo único extraordinario era una copa de vino; necesitaba algo que la estimulase, que la alejara la tristeza, aunque sólo fuese por unos instantes.

Enfundada en un pijama y descalza, se sentó en el suelo, la alfombra era acogedora. Delante del televisor se acomodó con la bandeja y la copa de vino. Se dispuso a ver la programación especial de alguna cadena y comenzó a cenar.

El timbre del portero automático sonó en ese momento.

--¿ Quién es?

--Abre por favor, soy Robert

Instintivamente apretó el botón que abria el portal e indecisa quedó esperando a que sonara el timbre de la puerta. Entonces se dió cuenta de que estaba en pijama, pero ya no la daba tiempo a cambiarse . Se puso una bata y espero la llegada de Robert:

--Hola, fué el saludo de Robert

--Hola ¿qué haces aquí?

--Dentro de un par de horas es Año Nuevo. Tú estás sola, yo estoy solo, pues juntemos nuestras soledades.

--No sé....me has sorprendido mucho. No lo esperaba...

--¿Has cenado ya?

--No, estaba haciéndolo cuado has llamado, pero créeme no es un menú muy apetecible.

--¡Ah ! una ensalada y queso, excelente. ¿Me dejas compartirlo contigo?

--Si,si, claro. Dijo Ann un poco desconcertada

--Falta una copa. Mira he traido champán para brindar, mételo en el frigorífico que no se caliente.

Ella se dió cuenta entonces que él iba con smoking y ella estaba en pijama. ¡ Bonita pareja!. Por primera vez al ver el atuendo que llevaban se echó a reir. Hacía tiempo que no lo hacía, lo que extrañó a Robert:

--¿Qué te ocurre, de qué te ries?

--¿De que me rio, pero me has mirado? Tú en smoking y yo en pijama. Dame unos minutos y me cambio, me siento ridicula.
--Bien, me parece bien. No tardes mucho no sea nos den las doce ...

--Cinco minutos y estoy lista.




Fueron diez los minutos que Ann necesitó para aparecer ante Robert acicalada y bonita. Un brillo especial en sus ojos animaban el rostro anteriormene triste y pálido. Sabía que no era lo correcto, temía lo que quizás viniese después del brindis, pero no la importó. Al menos por una noche quería ser feliz, ahogar la soledad que la atenazaba desde hacía tiempo. Solamente pensaría en que estaba junto al hombre que amaba con desesperación y que por distintas causas se habían separado. Ignoraba cuáles eran los sentimientos de él, pero estaba allí, con ella. No sería muy ajeno a lo que ella pensaba, no importa, nada importa en esta noche.

Salió de la habitación dejando a Robert sorprendido.¡ Estaba tan bonita, la quería tanto!...

Sentados en el suelo como dos criaturas, era extraño verles ataviados tan elegantes, con una ensalada y un trozo de queso, con sendas copas de vino en las manos, riendo, riendo y alegres de estar nuevamente juntos.

La hora bruja de las doce de la noche en Times Square sonó, dando paso a un nuevo año. Robert y Ann se miraron fijamente, levantaron sus copas e interiormente cada uno de ellos brindaron por sus deseos, pero no los expresaron en voz alta. Bebieron un sorbo y Robert se acercó a Ann y la besó como nunca había besado a una mujer. Ann le correspodió; no le importaba Jenny, no quería pensar en ella, no la importaba si lo que estaban haciendo no era ético. Por una noche serían uno del otro. A la mañana siguiente sería otro día para pensar y distanciarse de nuevo, pero esta noche sería únicamente de ellos.

No ignoraban lo que podría ocurrir, pero no les importó. Ann cerró definitivamente su capítulo con Dick: aquella era verdaderamente su primera vez. Sintió las manos de él apretanto las suyas, y sintió sus labios sobre los de ella y el placer infinito que sintió cuando él acariciaba su piel y la miraba a los ojos. No la importó nada. Se sentía flotar y que aquello era la máxima expresión del amor. Se habían resarcido de tanto tiempo de

Las primeras luces del día les sorprendió despiertos, uno junto al otro, con las manos enlazadas, mirándose sin decir palabra. La magia de la noche había pasado y ahora la cruda realidad les sorprendía. Nuevamente sus vidas cotidianas volvian para mostrarles que debían volver a lo de antes. Ambos lo sabían, pero deseaban con todas sus fuerzas que aquellos momentos quedaran anclados en el tiempo. Fué Ann la que rompió el silencio:

--Bob, tienes que irte. Es tarde

--¿Cuándo volveremos a vernos?

--No, mi amor, ya no. Esto no puede repetirse. Jenny regresará, quizás en poc os días y ella no tiene la culpa de lo que a nosotros nos ocurre. Lo nuestro ya pasó, tuvimos nuestro tiempo y por mi culpa se echó a perder.

--No, no. Ni siquiera pienses eso. No mi amor, no te atormentes. No puedo renunciar a ti, no después de esta noche. No me lo pidas, por favor. He esperado mucho tiempo para tenerte y ahora que lo he conseguido no puedes pedirme que renuncie a mi felicidad.

--Pero Jenny está en tu vida, no la puedes hacer daño. Si así fuera, no podríamos vivir tranquilos pensando que somos la causa de la infelicidad de otra persona. Ella te ama y no es justo. No puede ser, por mucho que nos duela. Nos quedará el recuerdo de lo vivido esta noche mágica.

--Nooo, tu eres mi felicidad. Ya pagué mi cuota de sufrimiento, ahora quiero y deseo felicidad y sólo la encontraré a tu lado.

--No puedes convertirme en tu amante, no lo soy. No seré tu querida.

--Ya eres mi querida, pero no en el sentido que dices, lo eres porque te amo más que a mi vida. Te necesito a mi lado, no puedo volver a mi vida anterior. No puedo poner punto final a algo que acaba de empezar, no es un libro que se cierra en la página que tu deseas.

--Pero no podemos volver a vernos, no puede ser. Es demasiado peligroso porque terminaríamos así, y no es justo. Yo quiero ir por la calle con la cabeza alta, sin avergonzarme de nada, sin tener que esconderme para tener una noche de amor contigo. No puedes pedirme esto, por favor. Prométeme que no me buscarás, que no me verás, que no harás que vuelva a huir de ti.

-- Pero es injusto lo que me pides. Aunque así fuera y mi vida con Jenny fuera la de antes ¿crees que sería normal? Cada vez que me acostara con ella volvería a vivir esta noche, serías tú la que estarías conmigo y no Jenny. Hablaré con ella...

--No, no la destroces. Si hicieras eso yo no volvería contigo aunque ya no estuvieras con ella. Compréndelo, es tarde para nosotros, pasó nuestro tiempo. Por favor no hagas que me arrepienta de lo ocurrido esta noche.

--Pero...No me lo puedes pedir, yo te necesito

--No, no puedo hacerlo, no tendremos doble vida, no conmigo. Sepas que se me rompe el corazón, pero no puede ser. Verás que dentro de unos días ésto pasará y será como un sueño que hemos tenido, que nada ha ocurrido.

Robert se levantó de la cama cogiendo la ropa de un tirón. Se metió en el baño y al cabo de un rato salió ya vestido.

Ann permanecía aún en la cama, con la cabeza entre las manos y tratando de no echarse a llorar, de no dar rienda suelta a su angustia. Al fin después de ponerse una bata se acercó a Robert para despedirse de él.

Se besaron por última vez. Robert salió del apartamento sin volver la vista atrás. Llevaba los ojos brillantes no sabía si de furia o de tristeza. Ann se quedó de pié mirando la puerta por dónde había salido el amor de su vida. Cuando hubo transcurrido un rato lentamente se arrodilló cubriéndose la cara con las manos tratando de ahogar un sollozo que la atenazaba la garganta. Debía vestirse, pero no la apetecía y volvió a la cama oliendo el sitio en dónde él había dormido y mojando con sus lágrimas el hueco de la almohada que la cabeza de Robert había dejado en ella.

Pasaron unos días. No se habían vuelto a ver. Los compañeros de Ann notaron que ella no era la misma; ya no reia, apenas hablaba ¿Qué la había ocurrido? El socio joven la observaba y trató de acercarse a ella para lograr una cita, se sentía muy atraido hacia Ann, pero ésta que no estaba para bromas, secamente le despidió con la excusa de que tenía trabajo.

Robert no podía estudiar. Ya nada le importaba su ascenso, se quedaría como fiscal, ¿ qué más daba? Una llamada de Jenny le devolvió a la realidad

-- Bobby, estoy en Nueva York, pero estamos haciendo escala en el aeropuerto. Seguimos a Californi
¿ por qué no vienes y pasamos juntos un ratito? Tengo libre unas tres horas, pero no me puedo mover de aquí Susan y yo somos las azafatas que hemos de conducirles allí

--Esta bien salgo para allá. ¿dónde estás?

--En el Waldorf. Por fín podremos estar juntos.


Hotel Waldorf Astoria

De repente Robert comprendió lo que aquella frase significaba y no se sintió con fuerzas. La frase de Ann repiqueteó en su cabeza "una doble vida" y comprendió lo que ella quería decirle. Ignoraba cómo iba a resolver la situación; no le apetecía nada estar con Jenny, pero por otra parte tenía con ella ciertas obligaciones..¿Qué debía hacer, decirle la verdad de lo ocurrido? No tenían tiempo para eso. Necesitaban tranquilidad para explicarle la situación y eso no se resolvía en un par de horas o poco más.

Acudió al hotel y como suponía Jenny le aguardaba dispuesta a tener su rato de intimidad. Por primera vez él eludia la situación. Extrañada Jenny le preguntó qué le ocurría

--¿Tienes una amante, te has buscado otra chica en mi ausencia?

"Amante" otra palabra pronunciada por ella. Con el fin de no tener una discusión, la abrazó y besó sin mucha pasión, pero a ella, inocente de lo que ocurría, la bastó. Le faltaba el valor para decirle la verdad, no sabía cómo enfocar lo ocurrido. El fiscal más severo y justo, estaba viviendo una situación injusta pra las dos mujeres de su vida. Pensó que cuando volviera, tranquilamente, hablarían. Quizás para entonces se hubiera aclarado algo. Se tuvo que morder los labios para no pronunciar el nombre de Ann cuando acariciaba a Jenny. Sentía una gran angustia en la garganta y hasta tenía ganas de vomitar. Estaba deseando que aquello terminara para no tener que fingir una pasión que estaba muy lejos de sentir.



El tiempo pasó veloz, para descanso de Robert , y Jenny de nuevo emprendió vuelo con la expedición. Tardarían por lo menos una semana más en regresar y ésta vez cuando lo hiciera se quedaría en casa por una corta temporada.

Habían cumplido su promesa. Ninguno de los dos hicieron nada por verse. Ann estaba dispuesta a seguir adelante con su plan. Era mujer de fuertes convicciones y creía que estaba haciendo lo correcto. Robert por su parte sabía que no lo estaba haciendo bien: engañaba a Jenny fingiendo que todo estaba como antes, cuando no era así, y al tiempo estaba traicionando a Ann ofreciendo el amor a otra mujer cundo era a ella a la que amaba.

No se podía centrar en el trabajo, ni en los estudios ni en nada. Su cabeza era un laberinto. Un día se dijo que esa situación no podía prolongarse. Había salido a dar un paseo , vió una cabina y entonces tomó la decisión: llamaría a Jenny.



--Necesito hablar contigo lo más rápido posible

--¿Ocurre algo, estás enfermo, se ha incendiado la casa?

--Noo, no, es algo más personal que no admite demora.¿Hasta cuándo estáis en San Francisco?

--Estaremos una semana más. Ahora quieren ir a Los Angeles. ¡ Dios mio, estoy harta de esta gente !

--Entonces ¿ a dónde voy ?

--Depende de cuando vengas. ¿Cuándo va a ser?

--Puedo tomar mañana un avión, así que tú me dirás.

--Pues entonces ven a San Francisco. Ya sabes el hotel. Si acaso cuado llegues no estuviera en el aeropuerto, es que me ha sido imposible cambiar el turno. Trataré por todos los medios buscar a alguien que me reemplace, pero no sé si lo conseguiré. Me dejas preocupada ¿ no puedes anticiparme algo?

--Muy poco. Es sobre nuestra relación, y es muy largo de contar, así que espera a que llegue. Chao

Jenny colgó mirando al teléfono "Chao", ni un beso, ni na palabra cariñosa, nada que se pareciera a un hombre enamorado. Con el sexto sentido que tenemos las mujeres, algo intuyó, y pensó:

--Tengo que dejar este trabajo. Le tengo muy desatendido, hablaremos de ello y todo cambiará, seguro.

Louis McDonald, el joven socio del bufete, bebía los vuientos por Ann, pero guardaba las distancias desde que ella le paró en seco . No se daba por vencido en conquistar a aquella muchacha tan enigmática que guardaba un secreto . En el bolsillo llevaba dos entradas para ir a ver La Boheme en el Metropolitan. Se acercó a ella y con la mejor de las sonrisas le preguntó

--Ann¿ le gusta la ópera?

--Si. No todas, pero me gusta. Mi autor preferido es Puccini. ¡ Esa Madame Butterfly! me entusiasma. ¿ por qué lo dices?

--Me han regalado dos entradas para ver La Boheme y me preguntaba si querrías venir conmigo. Iríamos a cenar y después a la ópera.

Ann se quedó pensando.

--¿A cenar y después a la ópera y luego a casa cada uno?

--Si, si claro. A la ópera y a casa: tú a la tuya y yo a la mía.

--Si es así, de acuerdo. Ten presente que no va haber nada más, ¿queda claro?

--Como el agua. Te paso a buscar a las siete, cenaremos y a las nueve tenemos que estar en el teatro. Ponte muy guapa, es de gran gala.

Ann rió y Louis quedó satisfecho: había conseguido su objetivo, salir y hacerla sonreir.



Louis McDonald

A la hora establecida, Louis se presentó en el apartameto de Ann. Ella se había vestido para la ocasión y lucía esplendorosa. Se encaminaron hacia el restaurante y fué él el que eligió lo que habían de cenar.

Robert después de preparar el poco equipaje que pensaba llevar decidió salir a dar una vuelta. Cenaría en cualquier sitio y así en cuanto volviera se metería en la cama y con un poco de suerte, quizás se durmiera.
Cenó en un italiano. Para ir a su casa tenía que pasar cerca del Meropolitan. Las puertas del teatro estaban llenas de gente que se disponían a entrar en él para la sesión de ópera. Debutaba un nuevo tenor y había mucha expectación, pues venía muy avalado por la critica europea.

Se disponía a cruzar de acera cuando algo le llamó la atención. No muy lejos de dónde él estaba, una pareja se disponía a subir los escalones de la entrada. Sus ojos se fijaron en la mujer: era Ann con un acompañante. Sintió que los celos le mordían por dentro. ¡ qué pronto había olvidado !, se dijo. Al tiempo que sacudía la cabeza negando ese pensamieto. No era justo, si en tantos años no le había olvidado, no lo iba hacer en unos meses. Pero le dolía el verla cómo el otro hombre la tomaba del brazo para ayudarla a subir los escalones. No quiso ver más y se alejó rápidamete de allí. Seguro que esa noche ya no dormiría.

Louis y Ann




Representación de La Boheme

Louis cumplió su promesa y después de salir de la ópera la llevo hasta el apartamento . Allí se despidieron, él se quedó parado por ver si Ann se despedía con un beso como era costumbre, pero ella simmplemente le tendió la mano:

--Gracias Louis, he pasado una velada estupenda.Hasta mañana

Louis una vez que ella desapareció en el portal, lanzó un suspiro al aire resignado

--Esta mujer no cede...

Con su maletín, Robert tomó un taxi y se dirigó al aeorpuerto. Estaba deseando zanjar la cuestión. Pero lo siguiente era convencer a Ann de que la rotura con Jenny no debía impedir su felicidad. Ann era tozuda y difícil de hacerla cambiar de opinión, con lo que tenía otro frente abierto. ¿Podría algún día solucionar su vida?

Ya en el avión impaciente deseaba partir y llegar a San Francisco. Vería el mismo paisaje que años atrás vió Ann al huir de Nueva York




Preguntó en Recpeción por la habitación que Jenny había reservado para los dos, y como le había advertido la joven, no había podido ir al aeropuerto, pero tampoco estaba en el hotel. Habían salido de excursión. Se instaló en la habitación. Repasó con la mirada el entorno, dió una propina al mozo que le había conducido hasta allí y cerro la puerta . En lo primero que se fijó fué en la cama. era una sola y de matrimonio. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Aún tenía reciente la visión de Ann del día anterior, pero él se disponía a cumplir con un ritual exactamente lo mismo que quizás hiciera Ann al salir de la ópera. Hasta entonces no había desucbierto su faceta celosa. Era americano y no latino, no tenía razón de sentir celos. ¿Acaso solamente los mediterráneos o latinos son celosos? no, también ellos sentían un pellizco cuando la persona que amaban no estaba o era acompañada por otro hombre.

Se tendió en la cama, estaba cansado. La noche anterior no había podido dormir y además no tenía ganas de ir a ningún sitio. Poco a poco el cansancio y el aburrimiento le fueron venciendo y el sueño cerró sus pupilas. No tenía ni idea de la hora que era ni a la que llegaría Jenny. De una cosa estaba seguro: le despertaría en cuanto llegase.

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