CRUCE DE DESTINOS - Cap. 6º / ENCRUCIJADA






 
La Junta Directiva se reunió urgentemente. Fueron todos sus miembros unánimes en el veredicto. "El proyecto seguía adelante y la empleada despedirla, ya"
Mathew no tenía argumentos para defender la postura de ella, y aunque Clive salió en su defensa ninguno de los dos consiguieron que diesen marcha atrás.

-¿Tu sabes a lo que nos enfrentamos?, dijo el Hutchinsons padre.
Ninguno de nuestros accionistas van a perder un negocio que está casi cerrado por unas casas andrajosas que se están cayendo . Nada, nada, de ninguna manera; y a esa empleada por muy eficiente que haya sido ¿qué confianza vamos a depositar en ella, cuando a las primeras de cambio nos presenta esta papeleta?
-Pero padre es muy competente y sólo lo que busca es una solución, llegar a un acuerdo...

Clive argumentaba todo lo que podía para salvar el puesto de Christine, pero sabía que no tenía bastante fuerza como para hacerles rectificar.
Al término de la reunión cada hermano se dirigió a su despacho. Encima de la mesa de Clive destacaba un papel en primer término que llamó su atención. Era la dimisión de Christine irrevocable desde ya mismo, es decir ya no acudiría a su trabajo al día siguiente.
Apenado por la situación fué al despacho de su hermano y dejó caer la renuncia encima de su escritorio. Mathew ni se inmutó. Creia conocerla y sabía que no era persona que se doblegara. Exclamó
-¿ Qué es esto ? ¿ Su dimisión ?, pues asunto resuelto.

Al día siguiente Christine se dirigió a la oficina de la organización de su amigo y a modo de saludo, le dijo:

-¿Cuál va a ser mi mesa?

No dijo más ni hacía falta. Tenía que plantear la forma de arreglar aquel asunto de la mejor manera posible sin que nadie tuviera que sufrir. Sus sentimientos estaban divididos. Ya no tendría por qué preocuparse si veia o no Mathew, ya no tendría que enfrentarse a él ¿ o si?. Pero el terreno que pisaba ahora era diferente. Presentarían batalla, pero antes trataria de alcanzar un acuerdo, no sabía cómo, pero lo haría.
Transcurrieron dos semanas antes de que Christine descolgara un teléfono pidiendo cita con el Sr.Hutchinsons. La secretaria le dijo que estaba reunido fuera del pais y que aún tardaria un par de días en volver.
-Muy bien. En dos días vuelvo a llamar. Muchas gracias, adiós.

Dejó transcurrir tres días y volvió a llamar. Esta vez si estaba en la oficina y solicitó hablar con él directamente.
-Dígame, ¿quién es?
-Soy Christine May, sr. Hutchinsons. Quería concertar una cita con usted referente al asunto que nos ocupa.
-Bien ¿cuando quiere?, yo tengo que irme de viaje en un par de días
¿Puede ser esta misma tarde? Le aseguro que es muy urgente
- Muy bien esta tarde .¿puede pasarse por aquí o prefiere un terreno neutral?
-A las cuatro estaré alli. Muchas gracias. Buenos días.

Cuando el reloj daba la última campanada de las cuatro, Christine hacía acto de presencia en el despacho de Mathew. Se sentía extraña, ya no trabajaba allí, pero todo le era familiar y doloroso. Se miraron fijamente sin pronunciar palabra. ël indicándole la silla frente a su mesa le dijo
- Siéntese, por favor. ¿Desea tomar algo?
-¿Puedo preguntarle algo?
-Claro, dígame
¿ Por qué siempre que vengo a este despacho me pregunta si quiero tomar algo?
- Es una forma de romper el hielo
- Bien, era mera curiosidad.

El la miró fijamente. Tenía el cabello peinado distinto, recogido hacia atrás, pero su forma de vestir seguia siendo impecable. Su mirada se había endurecido, pero ya no era la chica nerviosa e indecisa que bajaba la vista cada vez que le miraba.

- Bien, pues usted dirá a qué debo esta reunión.
-Sr.Hutchinsons, en ingún momento quiero guerras. Pienso que la mejor manera posible de solucionar el problema es amigablemente, sin crear conflictos a nadie. Ustedes tienen muchos solares en los que poder construir el Centro comercial, sin necesidad de echar a nadie a la calle. Es un barrio modesto que viven con infinidad de problemas y nunca han exigido nada. Tienen niños pequeños con enfermedades debidos a las humedades de las viviendas, se meten en el barro cada vez que llueve y tienen que salir de sus casas. Pero sus hogares están limpios y cuidados; jamás han protestado por nada y no han reclamado nada, a pesar de que tienen derechos como cualquier c iudadano. ¿ No es posible dejarles que sigan viviendo allí?
-No señorita, es una decisión que no sólo me compete a mi. La Junda Directiva por unanimidad decidió que precisamente ese sería el enclave ideal para edificar el centro, porque al ser un barrio modesto, las compras las efectuarían alli precisamente.
-¡ Pero hundirían al pequeño comercio ! Por favor piénsenlo. Allí tienen la escuela para sus hijos, su iglesia, sus vecinos. Todos forman como una gran familia, se apoyan unos con otros. Por favor, yo se que usted tiene buen corazón y apelo a él: haga lo que pueda, por favor.
-Usted sabe mejor que nadie que no puedo hacer nada, aun que usted me lo pida...No puedo, de verdad.
-¿Le puedo pedir un favor?
-Sí, dígame
-Venga conmigo a visitarles y vea de primera mano las dificultades que tienen para vivir día a día. Por favor. Nunca, nunca les he pedido nada . Mathew, venga conmigo y véalo usted mismo.

Era la primera vez que pronunciaba su nombre, era la primera vez que se miraban frente a frente. El la vió angustiada, verdaderamente preocupada por esas personas que habían conseguido que le suplicara, mientras que él ni siquiera había conseguido que le dedicara una sonrisa.
Deseaba hacerlo, sabía que no conseguiría nada, pero al menos estaría con ella durante un rato. La echaba de menos como no se imaginaba; añoraba su timidez, su nerviosismo, el salir huyendo cada vez que le veía, su infantil vergüenza por lo que ocurrió.
- De acuerdo, mañana ¿ a qué hora paso a buscarla? ¿ A las nueve, por ejemplo Tengo el día muy complicado y debo atender ciertos asuntos antes de irme de vacaciones. Si, esta vez me voy de vacaciones, no huyo de nada ni de nadie. Sólo ( y recalcó ésto) voy a descansar.
- Muy bien, pues mañana nos vemos. ¡ Ah ! ¿quiere tomar nota de mi domicilio? Así no tendrá que buscarlo en Recursos Humanos.

Tendió la mano a Mathew, que él estrechó y retuvo durante unos instantes. Su mirada era seria, pero sus ojos tenían un brillo especial. Hacía tiempo que no la veía
-Está preciosa..., pensó para sus adentros, y la vió marcharse con paso ligero.

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