ABOGADOS - Capítulo 4º / JENNY
Robert no terminaba de comprender todo lo ocurrido, muy a su pesar intentó contactar por última vez con Ann, pero siguió sin obtener respuesta. Decidido a averiguar qué es lo que le había molestado de esta manera, al día siguiente antes de ir al juzgado se pasó por el despacho de Walter para tratar de hablar personalmente con ella. Lo encontró cerrado y su extrañeza fué en aumento
--¿Qué es lo que ocurría?
Preguntó al conserje y fué éste quién le explicó lo ocurrido el día anterior. Rápidamente se dirigió al hospital a recabar información sobre el estado de Walter. Habló con los médicos y supo de la gravedad de su estado.
No pudo verle al estar en la UVI y no ser hora de visita; tampoco estaban ni Lisa ni Ann, así que decidió volver a llamar a Ann. El teléfono seguia desconectado. El tiempo le apremiaba, ya debería estar en el juzgado pues tenía un juicio a primera hora. Resolvió acudir al trabajo y en un rato que tuviera libre volver a llamar a Ann.
No pudo localizarla. La vió un día de lejos entrar en el juzgado para asistir a un juicio, pero nada más. Cuando quiso ir a su encuentro ya estaba en la sala. Esperó a que terminara, pero ella salió por otra puerta y tampoco la vió.
Se enteró por Terry del cierre del bufete y de su marcha a San Francisco. La decepción y el desaliento le tuvieron varios días amargado y desorientado. ¿ Qué hacer, la había perdido irremediablemente? Estuvo vagando por la calle horas y horas, tratando de asimilar la incomprensible actitud de Ann y sacó en conclusión de que ella no le quería y él debía intentar olvidarla y seguir con su vida.
Entro en un bar a tomar un café, pues el frio arreciaba. En un apartado del bar había un grupo de jovenes y uno de ellos alzó la voz llamándole
--Bob, Bob. ¿ No te cuerdas de mi?
--Robert le miró distraido y al fin le reconoció. Era un compañero de la Universidad
--¡ Claro, eres Tommy! Dios mio cuántos años han pasado....
Se dieron un abrazo y le dijo que se uniera al grupo de amigos que estaban celebrando el cumpleaños de uno de ellos. Fué presentado a todos. La última en ser presentada fué una muchccha rubia que se llamaba...
--Y por último te presento a Jenny, la chica más simpatica y alegre de la pandilla
--¡ Hola Bob, ¿ cómo estás?
--Bien, muy bien. Encantado.
Se unió definitivamente al grupo y se sentó al lado de Jenny. Le agradó esa chica desde el primer momento. Era muy distinta a Ann. Era alegre y no parecía estar permanentemente en guardia, como le ocurría a Ann
--Ann, Ann, Ann...In cluso en las cosas más insospechadas mi pensamiento va hacia ella...
Aquella noche Robert, acompañó a Jenny a su casa y quedaron para salir otro día. Se había iniciado un cambio en su vida ¿Se vería libre de la influencia de Ann? Eso sólo el tiempo lo diría. Cuando se metió en la cama aquella noche, estaba más reconfortado: había iniciado una nueva vida, una nueva etapa.
Una semana es el plazo que se dió Ann como vacaciones para empezar a buscar trabajo. Llamaba a diario a sus amigas y de vez en cuando a Walter, que ya se había desplazado a Florida.
Despés de desayunar y habiéndo dado un beso a su madre y otro al padre, salió dispuesta a encomtrar un trabajo. No podía depender de sus padres, además tendría la mente ocupada y no pensaría tanto en Robert, del que cada noche era su último pensamiento antes de dormir.
En el quiosco de periódicos compró uno en el que la mayoría eran anuncios de demanda y ofrecimiento de trabajos y con tranquilidad se dirigió a un parque cercano buscando algo que le interesara. El primer día no lo consiguió, y fué al cuarto cuando leyó en un anuncio bastante remarcado: McDonald e hijos, necesitamos abogado/a con experiencia en Derecho Civil, interesados personarse.......
Justo lo que necesitaba y además en uno de los más prestigiosos despacho de abogados de la profesión. Esperanzada y contenta se personó en el bufete. Esperó cerca de una hora a ser recibida, ya que las entrevistas eran personales y exhaustivas. Al cabo de ese tiempo y muy nerviosa, la introdujeron en el despacho del Director General, es decir del gran jefe.
--Señorita...Kilmore,
--Ann Kilmore, señor
-- Muy bien, pues dígame cuales son sus intereses y por qué le interesa trabajar en nuestro despacho...
Ella le explicó los motivos de su traslado a San Francisco y en dónde había trabajado y los juicios en los que había actuado. Todo era familiar para el Jefe del bufete. Era in viejo amigo de Walter y el juicio en que ella consiguió la indemnización para Santiago frente a Robert, se hizo famoso entre la profesión. Ella se extrañó de ello, y el Jefe le dió la explicación:
--A Walter le conozco desde la universidad, e ignoraba lo que le había ocurrido. Lo siento de verdad, es una magnífica persona y un extraordinario abogado que podía estar nadando en oro si no hubiera sido por su altruismo con los desfavorecidos. Y referente a su juicio... En la profesión nos conocemos todos, y el fiscal Hatcher tiene fama de inflexible, por tanto que el propio juez Desmond le concediera una indemnización más alta, dice mucho en su favor. Por tanto queda usted contratada ya. El sueldo será.....
Ann ya no escuchó más . El conseguir un puesto de abogada en ese despacho sería un buen reclamo en su curriculum. Aceptó sin más y cuando estaba firmando el contrato es cuado se dió cuenta del gran sueldo que cobraría. Loca de contenta tomó un taxi para llegar a su casa lo más rápido posible a notificar a sus padres la suerte inmensa que había tenido.
--Mamá, mamá, Tengo empleo y, Dios mio, aún no me lo creo : en McDonald, uno de los mejores bufetes del país, y resulta que ya habían oido hablar de mi.
Detalladamente explicó a sus padres el porqué de su fama y los padres embobados la escuchaban pletóricos de orgullo de tener una hija tan inteligente.
Cada vez Ann se iba afianzando más en su trabajo y estaba muy considerada entre sus compañeros. Era atenta y simpática y se ofrecía siempre a ayudar algún compañero que lo necesitase. Empezaba a actuar en los juicios y cada vez estaba más segura del terreno que pisaba, pero no dejaba de pensar en Robert e inevitablemente siempre alguien le recordaba su triunfo en el juicio frente a él.
Nadie conocía su secreto, ni siquiera sus padres, a pesar de que la madre algo debía imaginarse porque no terminaba de entender su rápido traslado a San Francisco, una vez que ya estaba establecida en Nueva York, pero no la preguntó nada esperando, quizás, que ella confesara su secreto.
Robert comenzó su relación con Jenny. Estaba a gusto con ella pues era divertida, culta y preciosa. Cad vez con más frecuencia salían a cenar, a la ópea, a bailar o simplemente paseaban. Siempre tenía temas de conversación. Ella era diplomada en turismo, por tanto estaba acostumbrada al trato con las personas, y las anécdotas ocurridas en los viajes , divertían a Robert grandemente.
Llevaban varios meses saliendo. Por su experiencia con Ann, Robert no se atrevía a hacerle ninguna proposición, pero fué Jenny la que una noche en una discoteca se le insinuó, y fué ella la que llevó la delantera en los besos. La noche terminó en un hotel durmiendo juntos. Al despertarse a la mañana siguiente, Robert se extrañó de que fuera Jenny y no Ann la que descansara a su lado Se pasó la mano por la cabeza como para alejar el pensamiento que a pesar del tiempo transcurrido le seguía atormentando.
Se levantó y se metió en la ducha. Cuando Jenny se despertó, él estaba sentado en un butacón frente a la cama. La observaba, observaba la placidez de su sueño y sonrió ligeramete. ¿Sería la mujer de su vida?
Agitó la cabeza incrédulo y esperó a que Jenny se despertara.
El tiempo transcurría rápido. Su relación con Jenny se afianzaba, pero al mismo tiempo iba perdiendo el entusiasmo de la primera época. La profesión de ella les alejaba con frecuencia y transcurrían varios días en verse,a veces semanas si Jenny iba en algún crucero. Decidieron ir a vivir juntos, pero la soledad en la vida de Robert seguía existiendo. Cada vez que ella tenía que alejarse, él la echaba mucho de menos, la casa se le venía encima y reconocía que Jenny había ocupado parte del lugar que Ann había dejado desierto, pero sólo parte. Eso le incomodaba, pues quería ser leal con la chica, pero lo que había sentido por Ann era demasiado fuerte. Al mismo tiempo se alegraba de que ya su vida se hubiera estabilizado y ya no dependiera de alguna llamada de teléfono de Ann.
Decidió estudiar para la judicatura. Era el escalón superior al que ahora ocupaba. Los estudios, las oposiciónes a juez le entretuvieron mientas Jenny estaba ausente.
La Navidad se aproximaba y el bullicio en las calles era patente. Las luces, las canciones navideñas, las prisas de la gente por comprar los regalos, todo le recordaba que Navidad estaba a la vuelta de la esquina y Jenny lo pasaría lejos de casa: en Grecia, en un crucero para millonarios.
Otra Navidad solo. No le gustaban esas fiestas; desde que fallecieron sus padres siempre las había pasado solo, excepto el año en que conoció a Jenny, de eso ya eran tres años, en que lo pasó con ella. Se divirtieron, disfrutaron de su compañía y por primera vez en mucho tiempo fué feliz.
Le dolía la cabeza. Había estado estudiando parte de la noche y continúaba a lo largo del día. Decidió que ya estaba bien y miró a través de la ventana. Observó la calle y sonrió al ver a los niños que jugaban con la nieve de las calles y los muñecos de nieve que formaban en la calle. Era un invierno riguroso y dos días antes había caido una gran evada en Nueva York, lo que hacía una verdadera estampa navideña.
--Me voy a la calle, al menos no estaré solo en casa. El bullicio de la gente alejará las nostalgias.
Sin querer retrocedió en el tiempo. Volvió con el recuerdo a la primera Navidad en que conoció a Ann y la pequeña fiesta que habían organizado los secretarios de juzgado la víspera de Navidad. ¿Cuánto tiempo había pasado?, tres, cuatro años... No se acordaba, pero si recordó que ella salió de una sala con su portafolios y su bolso al hombro, como iba siempre y se incorporó a la fiesta. Ann tenía muchos amigos entre los secretarios; era simpática, afable y gozaba de gran popularidad entre ellos. Robert la vió entrar en la fiesta con una amplia sonrisa, y se fijó en ella. Hasta ese momento la tenía un poco de antipatía: le había derrotado en un juicio ... A pesar de todo la dió la enhorabuena Nunca habían coincidido, como no fuera en el juzgado.
Alguien que iba corriendo por la calle, le empujó y le hizo volver a la realidad. Estaba frente al escaparate de uno de los centros comerciales más importantes de Manhattan y decidió entrar a comprar un regalo para Jenny, a pesr de que tardaría mucho en verla. Le pareció una idea bonita, que ella notase que la había tenido presente. Sin saber muy bien qué regalarle, entró en el local
Ann llevaba trabajando en McDonald más de tres años. Ya era socia del bufete. Su prestigio había subido como la espuma. Aquella mañana fué llamada al despacho del Director General. Extrañada y haciendo un guiño a su compañera, acudió a la llamada.
--Pase Ann y siéntese, por favor
--Muy b ien, pues usted dirá.
--La necesitamos en Nueva York, en nuestra filial en Manhattan
--¿Cómo dice? ¿En Nueva York?
--Eso es. ¿Acepta?
En una fracción de segundo, Ann, repaso toda su vida anterior a San Francisco. Sin saber porqué se detuvo en Robert. El dolor se había amortiguado bastante. Ya no le dolía tanto recordarle y entonces pensó que sería una oportunidad única para su carrera, y por otra parte sería difícil coincidir con él. Las últimas noticias que supo es que se estaba preparando para la judicatura y quizás su destino sería fuera de Nueva York...
--Acepto, y le agradezco la oportunidad y la confianza que han depositado en mi. ¿Cuándo será el traslado?
--Enseguida. La plaza se ha quedado vacante y cuanto antes la cubramos, el trabajo no se retrasará. No se preocupe por el alojamiento. La buscaremos un apartamento en el mismo Manhattan y si no es de su agrado tendrá plena libertad para escoger otro. Su alquiler corre por cuenta del despacho, y por consiguiente el sueldo será también más elevado. Se ha merecido esta oportunidad, nos ha demostrado que es una persona de extraordinaria inteligencia. El puesto que ha conseguido no se lo regalamos; tenga por seguro que nosotros como mínimo hemos ganado lo mismo que usted.
Ann sonrió satisfecha y halagada del reconocimiento de su jefe. Concretó su partida que sería en los primeros días de la semana siguiente.
La despedida de sus padres fué lo más duro que tuvo que pasar. Ellos tristes la animaron: era lo mejor para su carrera y se verían en vacaciones y en cualquier escapada que Ann hiciera para verles.
A través de la ventana del avión, contempló la silueta del Empire State. De nuevo en Nueva York. Miles de recuerdos acudieron en tropel. No quería pensar en nada. Una nueva experiencia se abria y pensaba sacarle el máximo provecho. Le gustaba su profesión, disfrutaba ejerciéndola, se volcaba en ella para defender al cliente y conseguir un buen resultado, pero su vida privada estaba totalmente vacía. No quería encadenarse en ninguna aventura amorosa, a pesar de que había tenido infinidad de oportunidades. No le interesó ninguna. Creyó equivocadamente que había superado la experiencia con Robert, pero no se sentía con fuerzas para emprender un amorío que en nada le satisfacía.
Ya se había instalado en el apartamento que le habían buscado en el despacho. Fué totalmente de su agrado y decidió que se quedaría allí. Había llamado a Terry y a Lisa y por supuesto a Walter que seguía disfrutando de su retiro en perfectas condiciones.
Quedó con sus amigas en que se reunirían para comer un día las tres juntas. En la calle hacía frio, pero no quería quedarse en casa. Iría de compras para obsequiar a sus amigas con algún regalo. Estaban en Navidad y era época de regalos. Terry tenía una niña preciosa, de momento. Lisa había decidido que nada de matrimonio, pero si la vida en pareja. Les iba bien, se amaban y eran muy felices al igual que Terry. Llamó al juez Desmond que se había jubilado y quedó con él en que pasaría un día a visitarle.
Había cubierto todas las normas sociales a que la buena educación obligaba, y libre ahora de compromisos decidió salir de compras. Comió en el mismo centro comerc ial al que se dirigió y después planta por planta recorrió la mayor parte del edificio buscando el regalo más original para sus amigos.
Pasó por la planta de caballeros y sin saber muy bien porqué, entró en ella. Buscó algo para las parejas de sus amigas: ¡ pero si ya les he comprado un libro !...Pensó para su interior. Pero no era el buscar un regalo, en su subsconciente había un recuerdo: Robert. Acariciaba los objetos para hombre: una bufanda, unos guantes, corbatas, jerseys, etc. vió un sombrero y a pesar de que nunca había visto a Robert con uno, se lo imaginó y penso" estaría guapísimo".
En la sección de señoras eligió un salto de cama a juego con el camisón para cada una de sus amigas y después eligió ropa interior para ella misma. Ya había realizado sus compras, regresaría a casa. Le dolían los pies. ¿ A quién se le ocurre venir de compras con altos tacones?, se dijo.
En la planta quinta se introdujo en el ascensor que poco a poco se iba llenando de gente. Llegarón a la cuarta y al sonarle el teléfono, se puso a rebuscar en el bolso. con lo que tuvo que bajar la cabeza para buscarlo. La puerta se abrió y de nuevo entraron tres o cuatro personas. Una de ellas llegó hasta donde Ann rebuscaba el teléfono. Se le puso delante y entonces ella levató la cabeza y...
--¡ Oh Dios mio !
Un Robert serio, muy serio, la observaba sin poder dar crédito. Con estupefacción ambos se miraron, pero no articularon palabra. Sólo se miraban, sin pestañear. Llegaron a la planta tercera y un tropel de jóvenes entró obligando a los que estaban en el ascensor a apretujarse. Robert sufrió un pequeño empujón que le hizo aproximarse aún más hacia Ann; para protegerla apoyó sus dos brazos en la paed del ascensor haciendo un puente y quedando Ann dentro de ellos.
Sus caras casi se rozaban, el corazón de Ann galopaba y el gesto de Robert era hosco y serio, pero no podía apartar la mirada del rostro de Ann. Ella quiso salir de allí cuanto antes, no podía resistir más y con un hilo de voz, atinó a decir:
--Tengo que salir en la próxima ¿ me permites pasar?
--Hay mucha gente, sígueme
Robert buscó la mano de ella obligándola a seguir, y pidiendo permiso a los ocupantes del ascensor, se abrió paso hasta llegar a la puerta. Estaban en la planta segunda, en la de bebes, pero Ann quería perderle de vista, cuanto antes.
--Bien.Gracias por ayudarme. Tengo que irme
--¿En esta planta? ¿Vas a ser mamá?
--¡ Oh no !, sonrió Ann, bajando la mirada
--¿Crees que después de tanto tiempo, te vas a marchar así?
--Así ¿como?
--Creo que tenemos una conversación pendiente, ¿no crres?
--No creo nada, pero además tengo mucha prisa. Buenas tardes y gracias de nuevo
--No, de eso nada. Iremos a algún sitio en dónde podamos hablar y me vas a explicar lo que ocurrió. Te llamé, te busqué. Era como si se te hubiera tragado la tierra ¿por qué ? Creo que me debes una explicación. Yo no hice absolutamente nada para provocar aquella reacción
Con el tiempo transcurrido, Ann, había madurado, tenía otra perspectiva y pensaba que quizás debió explicarle el motivo de su rechazo a una relación más intima. Ahora había llegado de nuevo un momento propicio para aclararlo; al menos que Robert no tuviera la impresión de que ella era una calienta....Aún la dolía el adjetivo, porque además estaba muy lejos de la realidad
--Está bien, tienes razón. Te la debo y ahora es un buen momento para dártela. Pero creo que la sección de bebés no es el sitio indicado. Vayamos a otro lugar más tranquilo. Quizás a la cafetería, si no hay mucha gente, claro.
Decidieron pasear mientas hablaban. Ann empezó a contar su versión desde el principio, cuando c onoció a Dick y todas las circunstancias que después vinieron...
--¿Por qué no me lo dijistes?
Ann lloraba en silencio y suavemente. El recordar todo aquello y la pérdida de Robert laproducía un profundo dolor, algo que ya creia tenía superado, pero no era así. Respondió a Robert:
--Es muy posible que te lo hubi era con tado, no se, pero la conversación derivó en algo muy desagradable y luego ya no fué posible. Ahora ya sabes el porqué aquel día dije que no me acostaría contigo. Tenía miedo, tenía incrustada en mi memoria aquel desagradable incidente. No le puedo culpar, yo era consciente de lo que iba hacer, lo que no sabía es que mi primera vez iba a ser con un ser egoista, bruto, que no pensó en ningún momento en su pareja. Pero bueno aquello pasó, y me alegro de que todo haya sido aclarado entre nosotros. Aunque no lo creas me dolía la opinión que te habías hecho de mi.
--Cielo santo. Si yo hubiera sabido ésto, todo sería distinto ahora. Pero tienes razón será mejor dar el asunto por zanjado.
--Y bien ahora dime ¿te has casado?
--No, no, pero tengo pareja con la que estoy a gusto
Claro, es normal. Ha pasado mucho tiempo. Me alegro de que seas feliz, te lo digo de verdad. Ahora sí que tengo que irme .
--¿Te llevo a algún sitio?
--No, tomaré un taxi, me duelen los pies y estoy cansada, pero vivo muy cerca de aquí. Bien en el fondo me alegro de poder haberte dicho todo. Era algo que tenía dando vueltas siempre en mi cabeza. Que te vaya bien, Robert. Hasta que el destino nos vuelva a juntar.
Ella sonrió a pesar de que tenía ganas de llorar, pero le tendió la mano. Robert se adelantó hacia ella y acariciando su mejilla, depositó un ligero beso en ella.
--Adiós Ann. Hasta siempre.
Pararon a un taxi y ella se introdujo en él mientras era observada por un serio Robert. Por su cabeza flotaban miles de pensamientos, piezas de un rompecbezas que ahora encajaban perfectamente y lamentó que las circunstancias hubieran sido tan adversas para ellos. Quizás ahora hubieran estado casados y con algún niño jugueteando a su alrededor, sin embargo él estaba con una mujer, a la que apreciaba, pero que casi siempre tenían que llevar su relación a distancia, como por ejemplo ahora...
--¡ Maldita sea ! , es todo lo que se le ocurrió decir.
Comentarios
Publicar un comentario