ABOGADOS - Capítulo 7º / EL REGRESO




Pasaba el tiempo. Robert se había convertido en un juez de mucho prestigio, pero él no estaba satisfecho con su vida actual. Se aburría mortalmente y notaba que había tomado el camino equivocado. Había subido en la escala profesional, pero echaba de menos el dinamismo de la fiscalía. Se encontraba más a gusto,era más él , siendo fiscal que como juez. Buscando distracción salía con mujeres especializadas en hacer compañía a los solitarios como él, en que solamente necesitaba un poco de conversación, a alguien con quién compartir un par de horas de soledad.

Una mañana al despertarse, vió a su lado a una chica que a pesar de conocerla, era una extraña para él y pensó en dar un cambio de rumbo a su vida: pediría el reingreso en la fiscalía de su distrito. No ambicionaba más que desarrollar su trabajo y hallar la paz que no lograba en su vida. Dió un beso en la frente a la muchacha que dormía y salió del hotel en el que habían pasado la noche.

Hacía tiempo que de vez en cuando la llamaba por teléfono, cada vez que la soledad se le hacía insoportable. ¿Qué había hecho de su vida? Pensaba todo esto mientras en el coche se dirigía a la judicatura para presentar su renuncia y solicitar el reingreso en la fiscalía.

Gracias a la buena reputación adquirida, tanto en una plaza como en otra, no tuvo grandes impedimentos aunque trataron de disuadirle, pero no lo lograron. Al cabo de varios días de trámites, volvió a entrar con su portfolios en su juzgado como si solamente hiciera media hora que faltaba. Se sintió contento de volver; se paró en el vestíbulo unos momentos y recorrió satisfecho la mirada por el entorno. Múltiples recuerdos se agolparon en su cabeza. Se dirigió al despacho del juez que le correspondía y vió que no era el mismo que ocupara Desmond, ya jubilado, pero daba igual estaba allí de donde nunca debió salir.




Ann había conseguido a través del tiempo, tener una buena amistad con Louis McDonald. Él estaba loco por ella, pero sabía que se tenía que conformar con ser un buen amigo, y no pedía más que ganar su confianza y ayudarla a salir de la melancolía que de vez en cuando la acometía. Además de estar enamorado, la quería entrañablemente, pues en un día en que Ann estaba deprimida, ésta le hizo confidente del porqué no podía volver a enamorarse de otro hombre que no fuera Robert. El admitió que no podía hacer nada y le ofreció su amistad y su hombro cada vez que ella quisiera llorar.

Su amistad llegó a ser, con sus altibajos, sincera por parte de ambos. Los dos trabajaban en los mismos casos, pues el despacho se había expandido y llevaban además casos financieros que les proporcionaron pingües beneficios y una alta estima como abogados tanto a Ann como a Louis. Había ganado dinero y en aburrimiento. Los casos eran complicados, pero como el dinero no era obstáculo, siempre se resolvían con bastante facilidad. Viajaban con frecuencia a distintas ciudades y a distintos paises. Solamente c onocían los hoteles y los despachos de los magnates que llevaban, y ésto no les satisfacía en absoluto.

Había confiado a Louis el pensamiento de dejar el bufete y volver a ejercer en un barrio más humilde en el que ayudar a las gentes más pobres y eso la llenaba de satisfacción, muy al contrario que ahora en que el perder o ganar un caso, no repercutía en la vida de sus clientes.

Sentados ante una taza de café Louis escuchaba las confesiones de Ann, sopesando cada palabra que ella le confiaba. Al término de la exposición, se incorporó y mirándola, le dijo:

--Hagamóslo

--¿Cómo? Yo hablo de mí. Hablo de coger un localcito pequeño y atender tanto a multas de tráfico como juicios difíciles. Tú eres un socio importnte de McDonald, además del heredero de la firma, no puedes abandonar.

--¡Ya lo creo que puedo! Me aburro soberanamente, me canso de viajar. Hay veces que no sé en qué lugar de la tierra estoy. Además formamos un equipo, y según tu dices la gente te agradece lo que haces por ellos. Aunque termines por las noches reventado de trabajar, sabes que tu día no está vacio. Se enriquece tu vida. Hagámoslo.

Ann reia al comprobar que su idea no era tan descabellada como pensaba y ambos se abrazaron y empezaron a bailar por la habitación, dando pequeños saltitos. Sin demorar más su proyecto, presentó la dimisión ante McDonald padre que no disimuló su disgusto, pero había tomado la decisión y era irrevocable.

--Y eso que no sabe que detrás de mi, va Louis, pensó como así ocurrió.

Como dos chiquillos que estuvieran ante un juguete nuevo, ambos jóvenes se trasladaron a Brooklyn en donde Walter montó su despacho. Ahora el local era una tienda de fotografías, lo que a Ann produjo una gran pena .

--Aquí fuí feliz, me sentía últil y ocurrieron cosas que cambiaron mi vida, de los que ya te he hablado.

Ann quedó pensativa delante de la fachada. Al verla triste, Louis ladijo

--Pero bueno, habrá otros locales aquí mismo. Vayamos a dar una vuelta y lo comprobaremos.

Y lo comprobaron y encontrron uno de semejantes características, lo que les entusiasmó.

Sin perder ni un solo minuto se dirigieron a la agencia, lo adquirieron y contrataron a la empresa que había de efectuar algunas reformas y pintarlo. A continuación con las llaves en la mano entraron por primera vez en el local ,ahora de ellos, con una emoción que hacía mucho tiempo no habían sentido. Estaban ansiosos por comenzar su trabjo

--Pondremos una placa modesta en la puerta. Sin ostentaciones, pues de lo contrario ahuyentaríamos a nuestros posibles clientes al pensar que les íbamos a cobrar un "riñón". La oficina, simple, un escritorio normal y unas sillas, un archivador, etc. etc. Estaba loca de contenta, y su entusiasmo contagiaba a Louis ante una experiencia que nunca había vivido.

Con un día tan intenso se les habían ido las horas sin darse cuenta y decidieron ir a comer algo cerca del local. Tenían que ambientarse, convivir con sus vecinos y olvidarse de los buenos restaurantes sólo para cuando salieran alguna noche. Entraron en una modesta cafetería y comieron una hamburguesa cada uno, riendo ante la nueva experiencia. Cuado terminaron Louis la acompañó hasta su domicilio y se despidieron con un beso en la mejilla.

--Hasta mañana, socio

--Hasta mañana, socia. Descansa todo lo que puedas, Tenemos mucho trabajo por delante.

Esa noche Ann pudo conciliar el sueño durante varias horas. Se despertó temprano y contenta: había recobrado su vida, la que ella quería. Se duchó rápido y rápidamente se vistió con unos vaqueros una camiseta y cogió una chaqueta también vaquera. Esperó a que la bocina del coche de Louis la llamara para emprender el trabajo. Llamaron a la puerta y ante ella un jovial Louis y no pudo por menos de echarse a reir cuando éste le relató su aventura"

--¡ He venido en metro ! ¡Por primera vez en mi vida he tomado el metro!Tenía que ambientarme y no lo iba hacer con un coche deportivo. No aquí.Chocaría demasiado.

--Anda pasa. Nos da tiempo todavía a tomar un café

--¡¡¡He venido en metro !!! Si mi padre me viera diría que estoy loco y posiblemente le diera la razón.

Ambos rieron. Eran felices. Por primera vez en mucho tiempo lo eran. Empezaban una nueva vida






Ann expuso a Louis que pensaba personarse en la iglesia y hablar con el párroco a fin de ofrecer sus servicios a la Comunidad. De esta forma sabrían que se había abierto un despacho de abogados, baratos,que les ayudarían a resolver cualquier trámnite que tuvieran que realizar. Al párroco le alegró la noticia.

La población del barrio era en su mayoría de emigrantes latinos y americanos de color, con lo que se deducía que su poder adquisitivo era bajo. Ann le puso en antecedentes de su primer trab ajo, que no le era ajena dicha situación. Mencionó de pasada el juicio de Santiago. Ese caso era muy recordado entre sus feligreses. Gracias a la indemnización lograda por ella, Santiago montó un negocio, justo en el local en que Walter Schiller tenía su despacho

--¡ No me lo puedo creer, es de Santiago !, exclamó Ann

De golpe le vino el recuerdo del juicio y la expresión incrédula de Robert al comprobar que le había ganado . Ahí empezó todo, aunque algún tiempo después.

El primer juicio que tuvieron fué un deshaucio por falta de pago de la vivienda. Louis escuchaba al administrador de la finca y a la inquilina. Una mujer viuda con tres pequeños hijos a los que mantener

Intentó frenar la demanda, pero ya estaba cursada y el hombre estaba tozudo; no daba su brazo a torcer y seguiría con el juicio adelante. Louis tenía que acudir al juzgado, por lo que delegó en Ann la atención de aquel caso. La mujer tenía un niño muy pequeño que dejaba en la guardería de la parroquia y a los otros dos los llevaba a la escuela que regentaba el párroco. De esa manera ella podía atender su trabajo en una cafetería; el sueldo era bajo y el pequeño había esta enfermo por lo que su salario se le había ido entre el médico y las medicinas.

A Ann se le partía el corazón al escuchar tantas dificultades y recordó lo distinto que había sido su anterior trabajo en que el dinero corría a raudales. En vista de que el administrador no cedía dijo:

--Muy bien iremos a juicio.

La mujer se ec hó a llorar ante la perspectiva de declarar ante un juez. Les tenía miedo, a lo que Ann la consoló

--Hilda, son humanos. Tienen conciencia, verá que todo sale bien.

El administrador salió del despacho y Ann cogió su bolso y sacó de su monedero un billete que entregó a la mujer

--Tenga Hilda, compre alguna chuchería a sus hijos

--No, señorita, no puedo aceptarlo

--Cójalo. Lo apuntaré en su minuta, no se preocupe.


Cuando Louis llegó del juzgado le puso en antecedente de lo ocurrido con la entrevista del administrador e Hilda

--Tenemos que ganar este juicio Louis, es un caso de humanidad. Me pondré ahora mismo con el expediente para presentarlo cuanto antes. El administrador hace días que presentó la demanda y el deshaucio está por llegar.

Como en su día hizo con el juicio de Santiago, trabajó durante toda la noche para presentar al día siguiente la contrademanda y parar la expulsión del hogar de Hilda y sus hijtos. Louis estuvo trabajando con ella hasta altas horas de la madrugada, en que rendido se durmió en el sofá. Ann continuó sola hasta terminar el documento.





Louis entró en el juzgado para resolver un trámite sobre el impago de unas multas de tráfico de un emigrante. Estaba resolviendo el papeleo. La secretaría le nombró para completar algo que había omitido en el papel. Robert iba a entrar en su despacho al tiempo que escuchó su nombre. Se paró en seco y observó a Louis. Esperó a que terminara con su tarea, y una vez concluida la tramitación se acerc ó a él, se presentó y le pidió entrara un momento en su despacho.

--Siéntese por favor. ¿ Desea beber algo: café, agua o cualquier otra cosa, que no sea alcohol, claro.

--Un café estará bien, gracias. Me tiene intrigado. Que yo sepa no he cometido ninguna infracción.

--No, no se preoc upe, es algo personal. ¿Es usted familiar del director del despacho que lleva su mismo apellido?

--Si, claro el director es mi padre ¿ por qué?

--Compruebo que ahora no trabaja para ese despacho . ¿Ha tra bajado alguna vez en él?

--Si hasta hace muy poco tiempo en que decidí dar nuevo rumbo a mi profesión. No sin una buena bronca, claro

--¿ Ha conocido a Ann Kilmore?

--¿A Ann? claro que si. No sólo la conozco desde hace tiempo, sino que es mi compañera

--¿Su compañera?

--Si, la quiero mucho. Es un ser especial.

Robert interpreto "mi compañera" como que se había unido a ella, no que trab ajaran juntos, por lo que guardó silencio. Ahora todo tenía sentido.

--¿Por qué lo pregunta?

--En un tiempo trabajamos en un caso y hace tiempo que no se la ve por aquí. Es todo lo que se le ocurrió decir.

Apuraron su café y ninguno de los dos hizo más comentarios. Se estrecharon la mano y Louis se despidió de Robert. Este se hizo el propósito de no indagar más. Si se había unido a aquel hombre seguro que le había olvidado y hasta sería feliz. No se mezclaría en su vida. Louis antes de salir del juzgado, ya se había olvidado del tema.

En el despacho social, se recibió la notificación del juicio para dentro de una semana. Ann lo tenía todo preparado, pues por su experiencia había calculado el tiempo que tardaría en celebrarse.

La mañana del juicio fué para ella una mañana normal. Ya no se ponía nerviosa cuando tenía que aisitir a alguno, pero le preocupaba Hilda, pues segun la ley, el administrdor estaba en todo su derecho en echarla a la calle.

Después de acreditarse entró en la sala y se dispuso a preparar la documentación. Había llegado con tiempo suficiente, pero Hilda no llegaba y el administrador estaba al otro lado del escritorio, junto al asiento del fiscal.

Hilda entró corriendo

--Discúlpeme señorita, se me ha hecho tarde porque los niños estaban hoy un poco guerreros. Miró hacia un lado y vió al administrador

--No se preocupe Hila, no le mire si le pone nerviosa. Tranquilícese, haré todo lo posible porque salga sin desahucio.

Poco a poco la sala se empezó a llenar de gente del barrio. Querian volver a presenciar una reproducción del juicio de Santiago, y hasta éste se personó para darle un abrazo. Hacía mucho que no se veían, pero el agradecimiento del hombre siempre estaba de manifiesto.

Con pasos firmes y sonoros llegó el fiscal. Ann estab a repasando los últimos papeles, pero algo le hizo levantar la vista y entonces vió la mirada de Robert clavada en ella.

--¡ Dios mio ! tú...

--Hola Ann ¿ cómo estás?

El saludo fué frio, contenido, y al mismo tiempo emocionado por parte de los dos

--Otra vez frente a frente. Esta vez estoy preparado, ahora te conozco más que entonces.

Ann no podía articular palabra. Después de tanto tiempo estaban allí frente a frente hablando de trabajo. No se estrecharon la mano, no hicieron ninguna señal que se interpretara como afecto. Entonces Ann si se puso nerviosa y supo que el "duelo" iba a ser duro, muy duro. Sus pesamientos fueron cortados por la voz del ugier anunciando la entrada del juez en la sala.

De nuevo la escena se repetía. Antes no se conocían, ahora quizás demasiado. En la mirada de Robert había frialdad y dureza: volvía a ser el fiscal implacable de antaño y ella estaba en desventaja y además nerviosa.



El juicio fué mal para Hilda como era de preveer lo que deshizo en llanto a la pobre mujer. Pero Ann se acercó al estrado para hablar con el juez, lo que hizo que Robert también lo hiciera. Iban a estar muy cerca el uno del otro, pero en ese momento estaban actuando como profesionales y ni siquiera se miraron

--Señoría apelaré

--¡ Siempre hace lo mismo ! replicó Robert

--Y no me va tan mal ¿no cree? contestó Ann haciendo referencia al primer juicio que les enfrentó

--Señoría ¿puedo hablar con usted? le explicaré el porqué de mi decisión. Sé que es difícil pero quiero plantear alguna solución. Se trata de una pobre mujer viuda y con hijos. Es algo extremo créame.

--Está bien, pasen a mi despcho.

Robert cedió el paso a Ann y ella sabía que la mirada de él estaba puesta en su espalda. El pulso se le aceleraba, Robert al contrario estaba impasible, como si no la conociera. Tenía una frialdad que ella desconocía

Ann explicó a los dos hombres lo que le había hecho hacerse cargo del caso, a pesar de que sabía de antemano que posiblemente perdería. Ambos la escuchaban con atención y ambos comprendían lo que motivaba que Ann insistiera, pero la ley estaba de parte del administrador. Al fin el juez cedió a la apelación compadecido de la situación de Hilda, pero la advirtió que sería justo y no se dejaría influenciar por tan penosa situación. Les volvió a citar para la semana siguiente, dado que era un caso tan sumamente claro.

Ann iba a tramitar todo lo concerniente al caso. Robert la detuvo por un brazo y le dijo:

--¿Podemos hablar un momento?

--Si, claro cuando quieras

--Ahora, quiero ahora. Y la llevó hasta una sala habilitada para testigos que en ese momento estaba vacía.

--Sabes que por mucha pena que me de tengo que ejercer de malo de la película. No tienes resquicio, no es como la otra vez. Ahora las pruebas están en tu contra ¿lo sabes?

--Claro que lo se, pero tengo que agotarlo todo. Ya se me ocurrirá algo.

Ella le miraba a los ojos esperando alguna palabra que le hiciera averiguar que aún la amaba, o que la había olvidado, o que se había unido a Jenny y que tenían algún hijo. Pero nada de eso Robert dejaba traslucir. Estaba hermético, frio, pensando que ella ya había unido su vida a Louis. Le dolía verla y mantenerse frio y distante, cuando en realidad se moría por poder abrazarla y pregutarle por qué se había comportado de esa forma, desapareciendo sin siquiera saber lo que había ocurrido entre Jenny y él.

La vida les había vuelto a unir, pero estaban a mil años luz de una aproximación. De nuevo se repetía la historia, pero esta vez sin ninguna posibilidad de reconciliación.

Robert se dirigió a su despacho con el regusto amargo del encuentro y Ann salió todo lo deprisa que pudo para alejarse de allí. Se introdujo en el coche y sin poder contenerse comenzó a llorar desconsoladamente. No supo el tiempo que permaneció así, hasta que un golpe en el cristal de la ventanilla interrumpió sus sollozos. Era una agente de la policia que la preguntaba si la ocurría algo.

--No, no agente. No me ocurre nada, sólo son los nervios que me han traicionado. Ya me voy, gracias.

Llegó desconsolada al despacho y Louis dejó lo que estaba haciendo para atenderla. Estaba temblorosa y con los ojos rojos del llanto. Él se asustó

--¿Qué te ha ocurrido?

--Era el fiscal, estaba allí. Hermético, frio, distante. Ni una sola palabra afectuosa, como si hiciera un minuto que termináramos de vernos. ¡ Nunca lo hubiera imaginado !. . . o si. Ha pasado tanto tiempo que debí pensar que organizaría su vida. llevaban cuatro años juntos y es lógico que sigan unidos

--¿Me quieres decir de qué hablas, que ha sucedido?

--Robert es el fiscal. Nos hemos encontrado en el juicio y ha sido muy difícil mantener la calma y ser profesional y no la enamorada que ve a su amado después de una eternidad

--¿Robert es el fiscal? ¡ Vaya !. . . Con razón me hacía tantas preguntas referente a ti

--¿De qué hablas ?

--El otro día cuando fuí a lo de las multas, escuchó mi nombre y me hizo todo un interrogatorio, pero me dijo que habíais trabajado en un juicio y que hacía tiempo que no sabía de ti. Y eso fué todo.

--Es cierto, trabajamos juntos en el caso de Santiago, y tiempo después empezamos a salir. En fin ya lo sabes.

--Pero no entiendo...si te ha olvidado ¿ por qué esas preguntas? Los dos sois bastante raros.





El juicio de apelación se celebró en tiempo y hora estipulado por el juez. De nuevo Ann y Robert se enfrentaron, pero ya iban prevenidos y sabian a lo que se enfrentaban.

Ann expuso su alegación después de la de Robert y entonces, al igual que con Santiago, se le ocurrió algo que sacara a Hilda del embrollo.

--Señoría de acuerdo con la ley tiene que dejar su hogar, pero el sr. Peck no sacaría nada en claro, se quedaría con un apartamento vacio y un montón de dólares sin abonar,. Claramente Hilda tendrá que salir de su casa, pero él también sale perdiendo. ¿Por qué no hallar una solución que beneficie a ambos?

--Le ruego sea breve señorita. ¿Qué propone?

--Lo que propongo es que Hila trabaje en mi despacho haciendo labores, no sé... ir a correos, hacer algún recado, por ejemplo. Con ese sueldo que gane lo destinaría a ir cancelando su débito y con el empleo en la cafetería podrían vivir ella y sus hijos. Sólo pido al sr, Peck un plazo hasta la amortización de la deuda. Con el sueldo de la cafetería abonaría el recibo corriente y con el resto vivirían.

El juez se retiró a estudiar la proposición. Ambos abogados se retiraron a una sala . Robert llevó dos vasos de café: uno para Ann y otro para él. En su rostro había una sonrisa

--De nuevo te sales con la tuya...Pero no creas que te lo reprocho aunque vaya en mi contra, aplaudo ese entusiasmo por ayudar a la gente

--Gracias, me alegro que lo veas bien. Tu papel es muy difícil: piensas de una forma y tienes que actuar de otra

--Estoy acostumbrado ¿no crees? La vida me ha dado esa experiencia. Tu ya la conoces

--Vuelvan a la sala. El juez va a entrar, anunció un ordenanza

Puestos en pie ambos abogados escucharon de boca del juez que había sido aceptada la proposición de Ann. Ella respiró aliviada y Robert se acercó a darle la enhorabuena con un apretón de manos que ésta vez si fué afectuoso. Retuvieron las manos durante unos momentos mirándose fijamente como si quisieran decirse todo lo que sentían en su interior, pero ninguno de los dos dijo nada. Ann, solamente "gracias", y ambos salieron de la sala.

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