AMOR EN LA RED - Capítulo 9º / Lucille
Lucille
|
Retrocedamos en el tiempo algunos años, porque Lucille sin saberlo, tendrá una influencia decisiva en la vida de nuestros protagonistas. Para ello, volveremos a los años de instituto de Jack y Thomas.
Jack bebía los vientos por aquella chica menuda, vivaracha y bonita de su clase : Lucille y, que ella ignoraba totalmente las galanterías que la dispensaba el muchacho. Ella estaba " coladita", por un chico dos clases más adelantada que ellos. Stewart. Era uno de esos chicos que enamoran a todas las jovencitas de su edad, pero él, sólo tenía ojos para aquella menuda y dulce muchacha llamada Lucille.
Llegó la graduación. Unos irían a la universidad y otros seguirían caminos distintos, como Lucille, que decidió colgar los libros y buscarse un trabajo. Stewart, sin embargo, decidió estudiar una carrera corta, no muy complicada, y que a lo sumo en tres ó cuatro años, estuviera en condiciones de casarse con su novia, su adorada Lucille.
Jack, desilusionado por las calabazas recibidas en su día, temía la hora de la despedida. La quería de verdad, y le rompería el corazón no volver a verla. " Nunca volveré a amar a otra mujer "- repetía a su amigo y confidente Thomas. Éste algo mayor que él, se reia, pero no comentaba nada, porque sabía que siendo tan jóven, encontraría pasado un tiempo, a la mujer ideal para él, y con ella compartiría su vida, olvidando totalmente a la dulce y bella Lucille.
Y pasó el tiempo. Lucille y Stewart se habían casado y eran muy felices. Jack estudiaba medicina y en tres años teminaría la carrera. Después de finalizar, buscaría un empleo y se dedicaría por entero a su profesión a la que amaba profundamente. Thomas, tenía los mismos proyectos: se casaría con su amada Sarah.
Ambos amigos terminaron la carrera y ambos consiguieron plaza en un consultorio de un pueblecito de pescadores llamado Fowey. Al tener poco más de 2.700 habitantes, no deberían tener mucho trabajo, eran gentes sanas. Por tanto tendrían tiempò para seguir con sus estudios para residentes en algún hospital más importante . Ese fué el camino elegido por Jack; Thomas sin embargo se conformó con ser un simple y nada menos que médico de familia, estableciéndose en Fowey. No tardó en unirse en matrimonio a Sarah, y un año después, se convirtieron en padres. Eran felices y no deseaban nada más.
Jack, cuando hacía guardias, entraba en Internet. Y de esta manera estableció contacto con una chica española, llamada Marta. El resto ya lo conocemos.
Más tarde volveremos con Lucille.
Ingrid y Jack, habían vencido con creces el plazo que se habían dado para tener hijos, pero Jack, de momento, prefería seguir así: eran felices, se amaban y él progresaba en su profesión a punto de formar parte del equipo de cirugía - "espera un poco más, mi amor " - es lo que decía a su mujer. Ella era feliz en su trabajo. Ya no tenía problemas con el idioma, y se había hecho amigos, en el trabajo y fuera de él. Pero sus deseos por ser madre cada vez eran más fuertes , aunque a ella misma le pareciera imposible, dado que nunca había pensado en tener una familia propia.
- Todo al revés: me enamoré perdidamente de un hombre y ahora estoy loca por tener un bebé. ¡ Dios mio, si alguien me lo hubiera dicho ! ...
Ella, de vez en cuando, esgrimía sus armas de mujer, e insistía una y otra vez en la necesidad que ella sentía de ser madre. Su marido la miraba dulcemente y acariciaba su rostro, al tiempo que la decía
- Un poquito más sweet. Ya queda poco, y te prometo que no pararemos hasta conseguir ese bebé que tanto deseamos, porque yo también lo quiero, aunque no te lo parezca
- Si mi amor, pero cada vez lo aplazas un poco más. Ya ha pasado con creces el tiempo que nos dimos. Por ejemplo Marta, ya va a por el segundo, y nosotros... ni siquiera es una promesa de niño
- Sabes que te quiero ¿ verdad ?, y que te deseo noche tras noche, pero hemos de esperar, cariño. Para el año próximo por estas fechas, seremos padres, te lo prometo
- ¿ De verdad?
- ¡ Claro ! - y besando a su mujer, una noche más se cumplió el ritual amoroso, pero sin consecuencias para las ilusiones de Ingrid.
Lucille, en cambio, deseaba ardientemente ser madre, pero no lo conseguían, por eso se sometió a tratamiento de fertilidad, pues era ella la que tenía problemas para concebir. Era adorada por Stewart, que hasta había renunciado a ser padre. Ella insistía una y otra vez, y por fin, como un milagro, se produjo el momento tan esperado en que el ginecólogo les anunció que habían concebido un hijo. Nadie, salvo ellos, sabían la alegría y las ganas que sentían por tal anuncio. Había de tener grandes sacrificios: los 9 meses en la cama, sin moverse, nada de relaciones sexuales, nada de disgustos ni sobresaltos que la alterara, etc. No importaba, nada importaba salvo tener entre sus brazos aquel bebé tan deseado.
Y a cuenta de los diversos aplazamientos, Ingrid empezaba a impacientarse y a mostrarse disgustada con su marido. Una noche al llegar Jack del hospital, le cogió de la mano y dirigiéndose a la habitación le anunció que ya no esperaría más. Incitó a su marido y su desbordante amor hizo que la unión de sus cuerpos fuese sarisfactoria por parte de ambos, pero no obtuvieron el resultado buscado. Hacía poco tiempo que Ingrid había dejado de tomar anticonceptivos.
Philip y Jack, buscaban sitio en alguna mesa del comedor del hospital. Comían juntos porque ambos estaban en el mismo turno de urgencias aquella noche. Jack notó que su amigo estaba más serio de lo habitual, y ya instalados frente a sus menús, Jack se aventuró a preguntarle el porqué de aquella expresión de preocupación
- Tengo una paciente con un próximo, muy próximo parto de alto riesgo. Durante años ha tenido tratamiento de fertilidad, y los 9 meses del embarazo han sido tortuosos y sacrificados para ella y, sin embargo está feliz porque va a tener su primer hijo. Pero ...
- Pero ¿ qué ? ¿ temes algún problema de última hora ?
- Si, me lo temo. Su corazón no es muy fuerte y el niño no estaba colocado aún, la última vez que la vi, hace una semana.
- Pues hazle una cesárea
- Mucho me temo que esa será la solución, pero temo por su corazón.
- Verás que todo sale bien. No es la primera vez que te enfrentas a problemas de este tipo y siempre sales airoso
- Pero esta vez, no sé, tengo algo en el estómago que me da miedo
- No te adelantes a los acontecimientos. Igual cuando la veas de nuevo, el niño ya esté encajado y todo vaya bien
- Pero aunque fuera un parto normal, temo que no va a ser fácil.
Con desgana Philip cenó poco, y ambos amigos decidieron incorporarse a su puesto. Era una noche especialmente movida en urgencias. Una ambulancia llegó a toda prisa, urgencia que tuvo preferencia: una mujer se había puesto de parto y tenía complicaciones. Los dolores eran más frecuentes de lo normal. La condujeron inmediatamente al paritorio, en donde Philip ya estaba preparado; había sido avisado de la contingencia que se avecinaba
- Margaret - dijo a su enfermera - avise por favor al dr. Howell que esté preparado. Él ya sabe a qué me refiero. Dígale que lo que hemos comentado en el comedor, ya está aquí
Por el teléfono del quirófano localizó a Jack, que inmediatamente se presentó
-¿ Qué ocurre, lo que temías ?
- Exacto. ¿ Puedes ayudarme ?
- Desde luego. La mayoría de las urgencias son de trauma y de comas etílicos. Además a mi me viene bien como práctica
- Muy bien, pues vamos a ello. Ya viene con dolores
Cuando los médicos entraron, la paciente ya estaba en la cama de operaciones. Procedió a su reconocimiento, al tiempo que Jack se situaba a su lado para calmar los nervios que la mujer presentaba
- ¡ Pero ..., si es Lucille !
-¿ La conoces ?
- Claro que la conozco, desde el instituto. ¡ Oh Dios mio !. Lucille ¿ te acuerdas de mi ?
- Mi bebé, salven a mi bebé, por favor
- Lucille, cálmate. Estás en las mejores manos y tendrás a tu bebé dentro de un rato.
Entonces la mujer, se fijó más detenidamente en el rostro de aquél que trataba de tranquilizarla
- ¡Eres Jack Howell!. Por Dios Jack, mi hijo debe nacer, ayúdame
- Lo haremos pequeña Lucille, y cuando lo tengas sobre tu pecho, te olvidarás de los dolores que sufres ahora
-Vamos Jack,no podemos perder más tiempo. Anestesiarla. Lo suficiente como para que no sienta el corte, pero no demasiado. Venga, venga, venga - apremió Philip
Todo sucedió muy rápido...
- Se nos va, se nos va - dijo el anestesista
- Vamos Lucille, aguanta, sé fuerte. Tu marido y tu hijo te necesitan, vamos...
Pero todo fué inútil. Lucille murió sin siquiera conocer a su hijo. El silencio imperó en el quirófano. Todos miraban hacia la paciente que por momentos palidecía, mientras los aparatos seguían funcionando como si todo fuese normal, menos el que indicaba que su corazón había dejado de latir. Jack como hipnotizado, miraba aquel rostro jóven y bello. Conservaba los rasgos infantiles que tanto le habían subyugado. Desde que dejaron el instituto no había vuelto a verla, y ahora, estaba muerta frente a él, y no habían podido hacer nada por ayudarla.
Philip terminó de extraer al niño del vientre de su madre. De haber tardado un poco más, también le hubieran perdido a él, pero las ágiles manos de Philip, había conseguido que sus pulmones se llenaran del oxígeno que necesitaba para respirar fuera del claustro materno. Le limpiaron lo justo, y por unos instantes lo depositó sobre el pecho de la madre muerta
- Al menos que el calor que aún conserva su cuerpo, lo reciba esta criatura que tanto sacrificio produjo en su madre para que él llegase a este mundo
Nadie se atrevía a hablar. Las enfermeras no podían reprimir las lágrimas de emoción. En el semblante de Jack, se reflejaba la incredulidad del momento vivido. A penas con un hilo de voz, dijo a su amigo
- Si no te importa, deseo ser yo quién enseñe el niño a su padre, después de que hables con él. Eran compañeros mios, les conozco
- Desde luego. Voy a lavarme y hablar con Stewart. Mientras, atended al pequeño
La desesperación e incredulidad se reflejaba en la cara del jóven padre. Se mesaba los cabellos con angustía " ¿ que haré yo sin ella ? - repetía una y otra vez. La puerta del quirófano se abrió y Jack portando entre sus brazos al bebé, con rostro demudado se dirigió hacia Stewart, que extrañado, como si le recordara, no dejaba de mirarle. Jack no sabía qué decirle. No encontraba palabras que pudieran servirle de consuelo, no había consuelo posible, sino desesperación. Tomó a su hijo entre sus brazos y acercándole a su cara, lloró, exhalando un gemido que taladraba el corazón de todo el que estaba cerca. El bebé se agitaba ligeramente
- ¿ Qué le pasa ?- preguntaba el padre
- Stewart, busca el calor de su madre. Has de ser muy, muy fuerte. Él te necesita y has de cumplir con lo que ella quería y por lo que sacrificó su propia vida: el niño
- Pero ... - el llanto salió de su garganta, mientras se abrazaba a aquél montoncito de carne sonrosada.
Cuando al día siguiente Jack llegó a su casa, iba pálido, tanto, que Ingrid se asustó
- Mi amor ¿ qué te pasa, estás enfermo ?
- Déjame Ingrid, por favor. No te preocupes no estoy enfermo, sólo que ha ocurrido algo tremendo esta noche
- ¿ Qué ha pasado? cuéntamelo
- No ahora no quiero hablar de ello. Voy a darme una ducha y me acostaré. Trataré de dormir, aunque me será difícil
Ingrid se abrazó a su marido pensando en lo terrible que debía haber sido aquel turno de noche. Guardó silencio. Le daba masajes en los hombros y en la nuca tratando de relajar la tensión de sus músculos. Pero esto tampoco agradó a Jack
- Ingrid, por favor, déjame tranquilo
Era la primera vez que la hablaba tan secamente, y hasta parecía molestarle sus caricias. No entendía nada ¿ qué podía haber pasado ? Salió de la habitación dejando solo a Jack. Una vez en el salón, tratando de que no la escuchara, llamó a Sarah a ver si ella sabía algo con lo que acallar su incertidumbre
- ¿ Sarah ? , oye ¿ ha llegado Philip?
- Si, acaba de hacerlo. Ha venido muy disgustado. Dice que han tenido una noche terrible. Han perdido en quirófano a una paciente. Menos mal que el bebé ha sobrevivido. Pero ha venido muy conmovido por los padres del niño
- Jack, ni siquiera ha querido que le ayudase. La tensión en su rostro se podía cortar. Pero sigo sin entenderlo. Por desgracia, aunque nada frecuente, eso ocurre alguna vez y ellos se preparan a lo largo de la carrera para saber cómo actuar. Es todo muy extraño
- Si, querida. A ver si cuando se levante alguno, nos lo explican. Te dejo, el niño me reclama
- Hasta luego Sarah. Un besito al pequeño y otro para tí
- Adiós Ingrid, hasta luego. Te lo contaré en cuanto sepa algo, y tú haz lo mismo conmigo. Chao.
Comentarios
Publicar un comentario