Quinta etapa - GRANADA o el llanto de Boabdil

 


                                                                  La Alhambra


                                                      Jardines del Generalife


                                                                El patio de los Leones



                                                   El mirador de la REINA


                                                  El palacio de Carlos V


                                                                 El Albaicín



                                             
                                                   Cuevas del Sacromonte



                                                             La Catedral



                                                           Sepulcro de los Reyes Católicos



                                                        Sepulcro de Cristóbal Colón


 


 

                                                     Atardecer en Granada


   Estábamos impacientes por volver de nuevo a la carretera. El camino cambiaría radicalmente. Era terreno llano, cayendo un sol de justicia y un cielo azul turquesa resplandeciente. Pareciera que se mostraba orgulloso del camino que emprendíamos para contemplar la inmensa riqueza en belleza de la ciudad más encantada que pueda existir. Washington Irving y Richard Brennan, tuvieron la suerte de vivir allí, en Las Alpujarras y alternar con los personajes reales que inspiraron su obra. Don Ricardo, era llamado cariñosamente por los habitantes del lugar.

 Solo que la realidad supera a la ficción. Y así como los sevillanos son más dicharacheros, los cordobeses y granadinos son más “formales”, pero sin faltarles esa gracia andaluza que llevan en sus genes.

Salimos de Motril, situado a una distancia respetable de Granada, que llegaríamos a mediodía. Pero hay mucho que ver en esa ciudad mágica. Muchas callejuelas que recorrer, mucho cante y baile desde el mirador a la caída de la tarde. El ex presidente Clinton, enamorado de esa ciudad, llevó a Hilary para que contemplara la puesta de sol desde allí.

Al anuncio de la noche, comienza una especie de procesión ascendente hacia el barrio del Albaicín, en su mayoría extranjeros. Les habían hablado del verdadero sentimiento gitano en las cuevas del Sacromonte, en donde cantan y bailan genuinamente como se hacía entonces, cuando los gitanos llegaron a España de no se sabe dónde. Las últimas informaciones dijeron que, de la India, pero creo que ni ellos mismos lo saben. Conservan su propio lenguaje “el caló” del cuál hemos tomado algunas palabras y lo incorporamos a la vida diaria. Allí les invitan a bailar con las gitanillas, les sirven unos chatos de manzanilla y, poco a poco van perdiendo la vergüenza y hasta se arrancan por bulerías ante el aplauso de todos los concurrentes.

Para nuestra primera noche en Granada habíamos disfrutado de lo más “normal”, si es que esa expresión es la justa. La ciudad en sí es preciosa, ordenada y limpia.

Nos habíamos reservado el plato fuerte: La Alhambra para el día siguiente. A la hora indicada estábamos en su entrada, impacientes por ser de los primeros.  Deseosos porque las puertas se abrieran y pudiéramos disfrutar del momento nada más comenzar la ascensión al recinto.

Lentamente comenzamos en la Cuesta de Gomérez a saborear el entorno. No importaba lo largo que fuera el camino. Lo empinadas sus cuestas, merecía la pena el paseo rodeado de silencio, trinar de pájaros y la envergadura de sus árboles grandes, frondosos. Primorosamente cuidados. Una vegetación como recién sacada de un botánico. Tardamos más de media hora en recorrer el camino que nos llevaría hasta las puertas del más hermoso palacio nazarí que nunca existiera. Ese que hizo llorar a Boabdil El Chico al tener que abandonar su reino.” Llora como una mujer, cuando no has sabido defenderlo como un hombre”, sentenció su madre, mientras a lo lejos se divisaba la Alhambra.

Es grandiosa, hermosísima, de una belleza que te deja sin respiración. Inmaculada en su conservación, a pesar de los miles de viajeros que pasan a lo largo del año. Imposible destacar qué habitaciones son más hermosas que otras. El mirador de la reina, El patio de los leones. El salón de embajadores, los baños…. El Generalife con ese sonido tan especial del agua cayendo lentamente en la acequia para recorrer todo el monumento.

Si algo ha de destacar, ¡cómo no! el patio de los leones, que todos son diferentes, con el silencioso surtidor que sobrecoge a todos cuantos le admiran. Con razón es Patrimonio de la Humanidad.

No te irías de allí. Tratarías de descifrar las leyendas escritas en árabe en sus paredes, perfectamente conservadas. La tranquilidad, la serenidad que allí se respira es incomparable a cualquier otro lugar.

Toda esa contemplación nos llevó toda la mañana y parte de las primeras horas de la tarde. El calor, a pesar de lo refrescante de los jardines, comenzaba a pesar. Habíamos cumplido un deseo y, satisfechos por ello, tomamos otra dirección: La Catedral, en donde están enterrados los Reyes Católicos y Cristóbal Colón.

En las callejuelas adyacentes, tiendas vendiendo mesas, vasijas, y demás utensilios árabes, aunque fabricados en Granada. No nos podíamos ir sin comprar algo como recuerdo y obsequio a nuestras amistades más íntimas.

Decidimos comer en un restaurante y después ir al hotel a echarnos una siesta, tratando de reparar la sensación maravillada de lo que habíamos visto. El palacio de Carlos V y la contemplación del rio Darro, lo dejaríamos para la tarde.

Al día siguiente recorrimos algunos barrios típicos y magníficos como despedida y sentimiento de todo lo que habíamos visto y vivido.

Madrugaríamos. Nuestro viaje maravilloso se iba cumpliendo escrupulosamente. Aún nos quedaba por ver más zona andaluza. Seguiríamos por Cádiz. Sería la próxima etapa.

 

SEXTA ETAPA: Cádiz-El puerto de Santamaría. Las bodegas jerezanas – Jerez de la Frontera

 

#1996rosafermu

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Mayo, 31 del 2022


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