Un viaje maravilloso -Cuarta etapa: Málaga La Bella
Málaga ciudad
Fuengirola
Torremolinos
Cuevas de Nerja
Marbella
Ronda
Pero hasta llegar a Málaga, fuimos bordeando toda su costa que, desde la sierra, era un mosaico de casas blanquísimas, mezclado con el rojo fuerte de los geranios y el verdor de sus macetas. Fuengirola, Nerja, Torremolinos, Marbella, Mijas … Nombres salpicados en todos los catálogos para turistas.
Cada uno de ellos merecía per se
una crónica. Con su historia muy marcada en cada uno de ellos: Nerja, por
ejemplo, con las cuevas de estalactitas y estalagmitas con la maravillosa música
que ambienta el juego de luces que nos maravilla de esa obra de la naturaleza,
aderezado con un rio interior que lo hace aún más impenetrable y nos obliga,
sin querer, a guardar silencio para no romper la maravillosa visión de esas
cuevas ancestrales.
Torremolinos y su playa, llena de
turismo, normalmente del norte de Europa, robándose para ellos solos, el sol
que nos sobra y a ellos les falta.
Mijas y sus borriquillos taxi, para
que podemos viajar por aquellas empinadas cuestas imposibles de hacerlo a pie.
No penséis que sufren mal trato, ¡ni mucho menos! Que están bien cuidados y se le
da su descanso correspondiente a la sombra después de cada viaje. Fuengirola,
con su magnífica playa de agua un poco fría en contraste con las mismas aguas
de la parte del levante español, siempre cálidas. La delicia de saborear los
espetos recién hechos en un chiringuito en la misma playa con una jarra de
sangría fresquita. De sangría auténtica, no esos sucedáneos que los turistas
degustan.
Cada uno de este lugar tiene su
magia, su gente tan, tan, simpática y con su gracia única como sólo los
andaluces tienen.
Y al fin llegamos a la capital:
Málaga, apodada La Bella, porque lo es. La calle Larios nos recibió con su
bullicio acostumbrado. Con las idas y venidas de las gentes, y la gracia en los
andares de las malagueñas, de pasos cortos y ligeros, dando en el vuelo de su
ropa ese salero que tenemos por estos lares.
Andando, andando, nos dimos de boca
con un mercado. “Entremos”—dijimos. Y así lo hicimos. Era un griterío de
conversaciones entre risas, despedidas, saludos, abrazos y adioses. Todo era
atractivo, en especial un pescado que tiene fama mundial, y el cuál se exporta
al extranjero: sus boquerones. De plata, duros en carnes y brillantes, recién
pescados. Para exportarlos lo hacen en abanico rebozados en harina, y hasta
creo que los pedidos los entregan por avión para que no pierdan nada de su
sabor. Los espetos son sardinas pinchadas en un palo y asadas a la lumbre del
carbón en la playa. Pocos manjares pueden compararse a ese pescado tan de gente
“pobre”, atrapado en esa misma mañana, de madrugada.
¡Y su vino, dulce, de pasas para
acompañar el café de la sobremesa en la comida! No podía faltar alguna guitarra
y palmas en algún rincón. No sería Andalucía si no lo hubiera. Visita a la
Alcazaba, a las tiendas un vistazo desde los escaparates y al fin la comida en
un restaurante. No podíamos comer otra cosa: chanquetes, boquerones fritos y jamón
serrano. Una ensalada, vino café y la satisfacción más absoluta con una sonrisa
en nuestras caras.
Al día siguiente iríamos a Granada.
¡Dios mío! Otra maravilla que no podíamos perder. Pero pasaríamos antes por
Motril y allí descansaríamos dos o tres días. Nos alojamos en un hotel que al
mismo tiempo era un conocido restaurante con un vivero de langostas como
reclamo. Y eso fue lo que comimos al día siguiente de llegar, porque habíamos
salido de Málaga por la tarde y llegamos de noche y muy cansados. Dejaríamos el
marisco para el día siguiente.
Motril, es un pueblo precioso de la
provincia de Granada. Un lugar maravilloso elegido por los reyes de Bélgica
para veranear, y fue en esa casa donde el rey Balduino falleció. Se encontraba
a gusto en ese oasis de paz, sin protocolos ni visitas de gobierno.
Descansamos. Paseamos conociendo el
lugar. Fuimos a la playa algo pedregosa a tramos, pero estábamos haciendo un
viaje tan maravilloso, que todo nos parecía precioso.
Habíamos repuesto fuerzas con
nuestra parada en Motril y, tras los tres días de reposo, decidimos una mañana
volver a la carretera y llegar a Granada. Esta ciudad merece un capítulo
aparte.
#1996rosafermu: mayo 31 – 2022.
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