Del amor y otras historias - La agenda
La agenda
Hacía poco que se había quedado
viuda. Su cabeza aún no terminaba de asimilar su nuevo estado, su nueva
responsabilidad para con su familia. Trabajaba en una multinacional como
secretaria y, posteriormente como directora del departamento de impagados.
Tenía especial intuición para desenvolverse en los apartados más escabrosos de
ese departamento. Contaba con un ayudante encargado de visitar a los morosos y
de llegar a un acuerdo con ellos. La recaudación de impagados había subido
ostentosamente desde que se ocupaba de ello.
Se acercaban las Navidades y, como
costumbre, se hacían obsequios a los encargados de cada departamento. Ella era
uno de los más importantes. Desenvolvió uno pequeño que llevaba su nombre: Rosa
María / Departamento de Impagos.
Era la primera Navidad que pasaría
sola. De nada sirvieron las peticiones de sus compañeras para que cenara con
ellas. Renunció a todo. Necesitaba la noche del veinticuatro para ella sola.
Para hartarse a llorar y preguntar al aire el por qué le había ocurrido todo.
No obtuvo respuesta, así que, tras un buen rato de llanto incontenible, quizá
exhausta. Se medio tumbó en el sofá reclinando la cabeza sobre un cojín enorme
de plumas, blandito, cálido y entrañable. En duerme vela. Con los ojos a medio
entornar, se fijó en el paquete que había depositado en la mesa que tenía
delante del sofá, en esa en la que, depositaba cajitas de colección, una
bombonera de plata, una pequeña figura tallada en ébano y algún que otro
cenicero pequeño, también de plata. Le gustaba hacer colecciones de piezas pequeñas
que esparcía por toda la casa. Tuvo que retirar algunos de ellos, y en el
espacio libre que dejó en la mesa, depositó el regalo del trabajo. Ni siquiera
lo había desenvuelto. Pensó que sería un libro. Pero se equivocó. Al destaparlo
comprobó que se trataba de una agenda con pastas de piel y letras doradas que
daban nombre al objeto. ¿Una agenda? Había agradecido el regalo, como no podía
ser menos pero, no le veía utilidad. Era un clásico regalo por Navidad en las
oficinas.
Y al fin, el cansancio la rindió.
Al día siguiente, mientras desayunaba, jugueteaba con la agenda tratando de
darle utilidad. Instintivamente buscó un bolígrafo pilot, abrió sus pastas y en
la primera hoja libre de la agenda, marcó el día, la fecha y, comenzó a
escribir lo que en aquellos momentos sentía. Lo hizo volcando sus sentimientos
más puros en ello, emocionada y llorosa.
Ignoraba en aquél entonces, que esa sería su
meta, no sólo diaria, sino a lo lago de los años. Señaló la fecha: Madrid, diciembre
del 2011. Y ese día fue el primero de todos los que siguieron hasta el día de
hoy. Aquella intrascendente agenda, sería su diario y el impulsor a hacerse
escritora. La curiosidad la hizo inscribirse en un taller de escritores y
devoraba todo lo que caía en sus manos. No deseaba publicar; le bastaba con
verlo reflejado en unas cuartillas de papel. Hasta hoy, lo hace a diario, sin
perder un solo día. Es una necesidad para ella, igual que pueda ser el
alimentarse. Uno alimenta el cuerpo y otro es su terapeuta psicológico.
#1996rosafermu
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Mayo,22 2022
Faltan palabras para describir lo que aquella inocente agenda supuso. Y, a esa, siguieron más, hasta el día de la fecha. Creó con ello, algo que uno de sus profesores de literatura, dijo en una ocasión: Escribir a diario es una tarea impuesta. Se hará más fácil hacerlo y las ideas brotarán sin daros cuenta.
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