El adiós
No quiso verle partir. Volvió la
cabeza, clavándose las uñas en la palma de la mano, cuando los empleados de la
funeraria vinieron para llevárselo. A su lado, sus dos hijas y su madre anciana
lloraban quedamente.
Había sido un largo viaje de dolor,
incertidumbre, esperanza, desencanto, hospitales y quirófanos, muchas operaciones
que al final resultaron baldías. Ya todo se había consumado.
De repente algo en su interior
trataba de consolarla, pero todo era inútil. Había mucho sufrimiento detrás
como para buscar consuelo y fue una rabia inmensa la que sintió. En su cabeza
bailaba la última imagen de él a la cabecera de la cama recogiendo el último
suspiro. Besó sus labios aún tibios y reclinó la cabeza sobre su pecho inerte.
Todo se había consumado. Ya no tendrían que fingir que no pasaba nada, que todo
se arreglaría…Pero no fue así. En una fría noche de enero se fue para siempre.
Ahora comenzaba otra vida sin él.
Otra lucha por salir adelante, por confortar a sus hijas y a su madre que se
refugiaban en ella buscando calor y consuelo. Se había ido lo más importante de
su vida. Habían compartido todo, lo bueno y lo malo que la vida les envió. Ya todo
había terminado. Eso es lo que creía, porque a los cuatro años, perdió a su
madre. Su firme y leal compañera. Su refugio, su consejera, su mejor amiga. Y
continuaba tragándose las lágrimas; ahora tenía que seguir confortando a sus
hijas que echaban de menos a su padre y a su abuela. Una gran abuela, segunda
madre para ellas.
Y siguió enjugándose las lágrimas,
irguió sus hombros y se enfrentó a la vida nuevamente.
#1996rosafermu
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