LA CAMPIÑA CUBIERTA DE BREZOS / Capítulo 9 - Reencuentro

 Cuando Charles volvió al hospital, habló con el director gerente.  Necesitaba unos días libres

- Pero Charles, tienes programadas varias operaciones, no las puedes anular por algo privado

- Lo se, lo se.  Pero de verdad que necesito dos o tres días.  No te pido más. Operaré de noche y de día, pero los necesito.  NBo te lo pewdiría si no fuera urgente

-¿ Cómio vas a operar noche y dia ? Lo que tienes entre manos es la vida de una persona y el cansancio te puede jugar malas pasadas. Como mucho te puedo dar el fin de semana, pero a cambio tendrás que hacer guardias seguidas.

- Está bien, las haré ¿ Cuento entonces a partir del viernes ?

-Si es tan urgente, tómate el jueves también. Pero hoy y mañana estarás de guardia. Créeme es todo lo que puedo hacer

- Te lo agradezco Harris. No sabes cuánto.

Llamaría a Lola y a su padre y les anunciaría su próxima llegada, pero el busca, siempre el busca, interrumpió sus pensamientos. Había entrado un accidente de tráfico y le requerían urgentemente en quirófano.

- Llamaré cuando termine - pensó y corrió has urgencias para atender la llamada.
Se bajó del coche y miró con nostalgia a "El Refugio".  Allí habían pasado unos días inolvidables, habían sido felices con su pequeña Rose, y Charles había sido más suyo. Rodeó la casa y llegó hasta el prado de brezos, lugar favorito de su marido, y no pudo evitar que las lágrimas asomaran a sus ojos. ¿ Qué había pasado?  ¿ En qué momento se habían distanciado?  Se sentó en el lugar en el que él se tumbaba para oír el rumor del viento, y acarició el terreno con nostalgia.  La pequeña Rose la miraba con esa mirada de bebé  de no entender nada...
La sacó del canguro y la tumbó en los brezos en el mismo lugar que lo hiciera su padre.  La niña al verse libre, palmoteaba y movía sus piernecitas alegre y contenta, sin perder de vista a su madre.  Lola estuvo llorando largo rato, dando salida a la angustia que tenía en su interior.
Apenas había amanecido, cuando Charles, en su coche, enfiló la carretera que le llevaría a casa de su padre.  Se quedaría unos días y después se volverían los tres a casa. Era hora de que retomasen sus vidas, en todos los sentidos.  En menos de tres horas había llegado.  Entró con una sonrisa en los labios en busca de su mujer y su pequeña.  Abrazó a su padre, saludó a Bob y se enteró de que ella había salido a pasear hasta El Refugio con el bebé.
No esperó más y volvió al coche para ir lo más rápido posible.  Tenía la necesidad de abrazar a Lola, de demostrarla que la quería más que a nada y de abrazar a su pequeña Rose, que le tenía totalmente embobado.
Entró en la casa, pero no había nadie. La buscó por todos los sitios en los que ellos solían sentarse . No la vio por ningún sitio.  Llamó a casa de su padre por si se hubieran cruzado en el camino, cosa improbable porque no había visto a ningún coche .  La preocupación aumentaba por momentos, máxime después de la conversación que tuvo con su padre.
Comenzó a llamarla a voces lleno de angustia.  ¿ Y si les hubiera pasado algo, y estuvieran solas sin ayuda?  Su cabeza era un caos de angustia y desesperación.  Allí ya no podía hacer nada, así que optó por desandar el camino e ir mirando más detenidamente por si estaban adentro de los prados.
Lola de regreso a casa iba llorando.  No sabía muy bien porqué sentía esa opresión en el pecho que le hacía estar angustiada constantemente.  !"Ya no me quiere, ya no me quiere.  Nunca había dejado de llamarme" ...  No sabía muy bien  porqué, tomó el desvío que la conduciría hasta el campo en donde había derribado la caseta de los aperos.
Era una explosión de belleza, en donde antes había habido dolor.  Avanzó con su hija en brazos,  que comenzaba a lloriquear reclamando su comida.  Se sentó en la campiña y la dio de mamar.  Mientras lo hacía, la chiquitina la miraba con sus inmensos ojos azules, y ella la hablaba como si pudiera entenderla.
- Tienes los mismos ojos de papa. Eres igual de bella  - mientras un profundo sollozo salió de su pecho- ¿ Sabes ? Aquí fue plenamente mío, me confió su más profundo secreto entre mis brazos, y los dos lloramos, pero nunca volvimos a estar más unidos. Ahora me tiene desconcertada... yo le quiero más que a mi vida, pero y, ¿ él ? ....
El móvil de Lola sonaba sin cesar, pero lo había dejado en el coche, de forma que no lo escuchaba.  Charles estaba cada vez más angustiado.  No había nadie que se hubiera cruzado con  él. Miraba a un lado y otro del camino, hasta que a lo lejos, divisó la silueta de un coche que le resultó familiar.  Un vuelco de alegría hacía que el corazón le fuese a mil por hora.  Metió la velocidad al coche y a toda prisa se dirigió hacia donde estaba el otro vehículo.  Al llegar vio a Lola sentada entre los brezos dando el pecho a su pequeña.  Estaba hablando con ella, y aunque a penas podía oírla, se acercó algo más sin hacer ruido para no interrumpirla
-¿ Qué vamos hacer, pequeña Rose, si papá se va? La culpa la tengo yo.  No debimos quedarnos aquí.  Dejé el terreno libre y ahora él...- no pudo seguir, un profundo sollozo cortó la comunicación con su hija.
- No, no, no digas eso por favor.  Nunca podré dejaros porque sois mi vida entera. 
¿ Por qué no confías en mi?  He visto una vez a Terry, y por casualidad. Pero hablé con ella y le pedí que nos dejara tranquilos, que nunca la perdonaría lo que tú estás sufriendo por ella.  No vuelvas a pensar eso, mi vida.  No es cierto ¿ cómo quieres que te lo diga?  Desde el primer momento que te ví, supe que cambiarías mi vida. Eres lo primero y siempre lo serás. Eres la más bella mujer que jamás he conocido, porque lo eres por dentro y por fuera.  Te quiero, mi vida, y eso nada,  ni nadie podrá cambiarlo
- ¡ Charles, has venido !
- ¿ Cómo no iba a venir ? Sois mi familia.  Lo más grande que tengo y no soporto verte llorar. No se puede medir el amor que siento por ti, Dolores.  Como tu nombre indica has sido un montón de dolores para mí, hasta que conseguí que fueras mi mujer.  ¿Cómo puedes pensar siquiera que haya olvidado todo lo que pasamos juntos, aquí precisamente?
Lola miró a su hija que hacía rato había parado de mamar.  Su carita tenía la paz de los seres inocentes, se había dormido.  Charles se quitó la camisa y la extendió por el prado separada de ellos, y tomándola en sus brazos la tumbó.  Después se dirigió a su mujer, la abrazó besándola con el ímpetu de unos recién casados y tumbados en la campiña cubierta de brezos, hicieron el amor. 
Todas las dudas, todas las amarguras, se disiparon al instante.  Lola volvió a sonreír con las bromas de su marido
- ¡ Eh, huesines! no se te ha olvidado...
Se volvieron a besar.  Volvieron a quererse como al principio y al cabo de año y medio volvieron a ser padres nuevamente. Nació un niño engendrado en una campiña cubierta de brezos, campiña de amor y felicidad en donde hacía tiempo había sido escenario de los fantasmas, ya olvidados de su padre.


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