Un viaje maravilloso - Sexta etapa - Cádiz fenicio tacita de plata
Jerez de la Frontera
Jerez de la Frontera - Bodegas González Byass
Algeciras
Puesta de sol desde El Puerto de Santa María
Sexta etapa: CÁDIZ: Fenicio. Tacita de plata
Poco a poco íbamos cerrando las
etapas de ese extraordinario viaje perennemente grabado en nuestra memoria.
Estábamos en Cádiz. La ciudad más antigua de Europa, levantada por los fenicios
y arropada por la leyenda que bajo sus aguas se encuentra la mítica Atlántida.
Mito o leyenda, forma parte del embrujo de esta ciudad tan parecida a otra
allende los mares: La Habana. ¡Tanta su semejanza! Que, a veces, dudas de que
estés en uno u otro lugar.
Allí tuvieron lugar las primeras
Cortes de Cádiz con una Constitución del 1812 que no sólo arropaba a los
españoles de la Península, sino que también a los otros españoles de ultramar. ¡Lástima
que no tuviera buen fin derrotada por un rey nefasto y absolutista refugiado
cobardemente en Francia!
Allí, los franceses se las tuvieron
que ver con las gentes sencillas al igual ocurrido, en el resto de España.
Existe un dicho de que las gaditanas se hacían tirabuzones en su cabello con el
plomo recogido de los tiroteos de la soldadesca “gabacha”.
Paseando por el malecón y mirando
al horizonte, no puedes evitar que tu imaginación vuele hacia América, hasta
esa isla entrañable llamada en primer lugar Juana, en honor a la hija de los
Reyes Católicos, y después conocida por Cuba, exactamente me refiero a La Habana.
Son tan parecidas ambas ciudades que, con la imaginación puedes trasladarte
hasta cualquiera de estas dos partes de tierra que parte en dos nuestros
corazones.
¿Por qué la llamamos la tacita de
plata? Por su limpieza inmaculada. Por sus edificios eternamente blancos. Por
el gracejo de sus habitantes de alegría desbordante, solidarios y con ganas de,
con una guitarra entonar unas alegrías, música perteneciente a esta bendita
tierra.
Cádiz es historia por sus cuatro costados
y, también algo más: Jerez de la Frontera, cuna del mejor vino del mundo. Cuna
de los mejores alazanes que se puedan tener y que llegaron hasta América de
nuestra mano. Las bodegas con los caldos más selectos reconocidos mundialmente
que llevan su nombre: Jerez. Algeciras vecina con los llanitos del Peñón de
Gibraltar, que se sienten muy british pero que hablan andaluz, en un constante
ir y venir por sus fronteras, aunque el Peñón de Gibraltar sea un trozo de
tierra “arrancado a España”. El Puerto de Santa María, en donde se regodea con
la manzanilla, excelso caldo para beber, acompañado de unas aceitunas. Puerto
pesquero, en el que a diario salen los pescadores para que todos podamos
degustar sus exquisitos langostinos, sin comparación con ningún otro. Con sus
hermosos atardeceres en donde se enseñorea su más antigua Plaza de Toros.
Porque todo en esta tierra es “viejo”, con solera como sus vinos, con una
belleza inigualable en las puestas de sol Atlántico. A la hora en que, al
terminar el trabajo, se escucha una guitarra y una voz cantando, o simplemente
tarareando para llevar el compás. Y unas palmas, fuertes rotundas siguiendo el
ritmo. Y es que después de terminada la jornada, no hay nada mejor que reunirse
con los amigos y compañeros, en un círculo cuyo personaje central es el
guitarrista y otro que lleva el compás sobre una mesa de madera, marcando el
ritmo con los nudillos de su mano.
Y aspirar ese olor a salitre, a
mar, fuerte y bravío a veces defendiendo la historia que bajo sus aguas guarda.
Nos trajo un barquito pequeño y
otro ha de ser el que nos regrese a Cádiz, para degustar nuevamente su “pescaito”
recién traído y frito con ese rebozado que sólo los andaluces utilizan. Un
chato de manzanilla para acompañarlo y sentir la nostalgia de nuestra partida
de allí, porque dentro de pocos días hemos de dar por finalizado nuestro
periplo por tierras entrañables y queridas del Sur de la Península Ibérica. Nos
alejamos del Puerto de Santa María deslumbrándonos la puesta de ese sol que
todo lo hace brillar e iluminar. Miro al lugar frente a mí en donde se junta el
cielo con el mar. Con ese mar ahora en calma llenándonos los oídos con ese
quieto y templado ir y venir de unas pequeñísimas olas de su mar infinita y
eternamente azul.
Adiós Cádiz, eterno, viejo y joven
a un mismo tiempo como si las famosas Chirigotas fuera un eterno Carnaval
recorriendo como un escalofrío nuestros cuerpos.
Una sola etapa nos queda: la
séptima y, será Jaén y sus olivares quién nos dé la despedida.
#1996rosafermu
Junio 1- 2022
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