LA CARTA - Capítulo 9º / Fin, separación ... recuerdos
En apenas tres días tocarían puerto de nuevo en Barcelona. El crucero terminaría y en tierra, cada uno seguiría destinos diferentes. Procuraban pasar juntos el máximo tiempo posible, y el que la atención a Lizzy y María les permitían. Las noches se las reservaba totalmente para ellos.
Sin decir nada, sabían que el fin se acercaba y todo volvería a ser como antes. Azucena pensaba que volver a la rutina de siempre, a su vida anodina, la sumiría en nostalgia y depresión, pero... ¿ qué otra cosa podía hacer ? Lo sabían desde un principio , prefirieron ignorarlo hasta el final. Vivian a miles de kilómetros de distancia. Pablo tenía su vida allí, con sus hijas a las que adoraba y, posiblemente alguna mujer que le esperaba impaciente por abrazarle Todo eso lo sabían, pero habían vivido unos días maravillosos, de nuevo juntos y nada ni nadie podría quitarles eso.
Piedad había encontrado a su amor en ese viaje. Estaba feliz y hasta hablaba de irse a vivir a Italia. Se alegraba mucho por su amiga. Ella sin embargo, también había encontrado al amor de su vida, al hombre que siempre había amado, pero debía dejarle ir. Nuevamente le había perdido.
Ya en el muelle apartados de las chicas y de Piedad, se miraban intensamente. No les importaba que todos les estuvieran observando. Era la última vez. Se abrazaron y se besaron durante largo rato. Ella no quería llorar, aunque la congoja le impidiera pronunciar palabra. Pablo decía " amor mio, amor mio"
Todos los que les miraban estaban serios, sin decir nada. Se respiraba una intensa emoción. Pablo y sus hijas se quedarían dos días más en Barcelona; ella marcharía esa misma tarde para Madrid.
La llegada a su casa fue desoladora. El único recibimiento que tuvo, fueron la soledad y el silencio. Puso las maletas a un lado, se quitó los zapatos y tendida en la cama comenzó a llorar. No comprendía porqué la vida era nuevamente cruel con ella. ¿ Qué debía hacer? ¿ Por qué todo le salía tan mal ? No obtenía respuesta.
Como ocurriera antaño, dos días después de la llegada, recibió una carta, y como en la anterior ocasión, no necesitó ver el remite para saber quién era el que la escribía. Aún llevaba la anterior en el bolso. La sacó, la puso frente a ella, sobre la mesita y, lentamente rasgó el sobre para proceder a su lectura. Todo exactamente igual que la otra vez. Le daba miedo, y con voz temblorosa inició la lectura en voz alta. No había cuidado de que alguien la escuchara, estaba sola en casa
Mi siempre querida, amada Azucena:
Los días pasados han sido un regalo maravilloso, un regalo inesperado que me ha hecho revivir unos tiempos perdidos en algún rincón de la memoria. Pero también, al despedirnos, me ha producido un dolor tan intenso que llega a ser físico.
Ambos sabíamos que tenía que suceder de la forma que ha ocurrido, y no nos importó. Nuestros destinos no se juntan por mucho que lo deseemos. En mi memoria siempre estarás tú. El amor que me entregabas cada noche, los besos que nos dábamos, el amor que no podíamos reprimir.
Cada uno tenemos un camino diferente. Tu irás a menudo a la tumba de tu marido a ponerle flores. No tienes nada que reprocharte. Le entregaste tu amor más sincero hasta el final. Le recuerdas con afecto y respeto, y estoy seguro que de poder hacerlo, él te hubiera recomendado rehacer tu vida. No te arrincones, sal de casa, olvida lo vivido en estos días y vuelve a enamorarte.
Mereces ser feliz, tienes que ser feliz. Yo tengo a mis hijas, pero tú no tienes más que recuerdos, y ellos, además te producen dolor.
Es difícil que volvamos a vernos, pero quiero que sepas que ocupas un lugar muy especial en mi vida.
Pablo
Volvió a leer la carta dos veces más. Cada renglón que recorría, era como si escuchara la voz de él. Sentía dolor, lloraba quedamente, pero aún causándole pena, le recordaba mirándola cómo dormía a su lado, la sonrisa cuando la miraba, la caricia de su mano sobre su mejilla, su beso desgarrador en la despedida...
En la tarde de ese mismo día, cuando el sol caía, cogió su coche y tras comprar unas flores, se encaminó al cementerio donde reposaban los restos de Luis. Sentada al pié de su tumba, sentía la necesidad de estar allí. Tenía que hablar con él, pedirle perdón por su "infidelidad", y buscar la paz y el sosiego que la hiciera más llevadera su angustia.
Estuvo en silencio, llorando, hablando, durante mucho rato, pero cuando salía del Campo Santo, se notaba aliviada. Tenía la sensación de que él comprendía su angustia mejor que nadie y hasta sintió en sus oídos la palabra de Luis pidiéndola calma y tranquilidad. " No has cometido ningún delito. Me has guardado el luto durante mucho tiempo, y yo no quiero que te atormentes. Me harás feliz si tu lo eres"
Sabía que eso no era posible, sino fruto de su imaginación, pero también sabía que el amor que Luis había sentido por ella fue tan puro y sincero, que no dudaba se lo estuviera transmitiendo.
Pero, aún sin desearlo, su vida siguió igual. Salidas con Piedad los fines de semana, pero también a ella había de renunciar. Se marcharía a Italia antes de Navidad. De momento no se casarían, pero vivirían bajo el mismo techo. Eran felices y de vez en cuando se visitaban bien en Madrid, o bien en Roma.
No volvió a recibir ninguna noticia de Pablo, pero en más de una ocasión el teléfono sonó en su casa, pero al descolgarlo nadie contestó.
Se estaba preparando para salir a dar una vuelta, cuando Consuelo le avisó que un señor preguntaba por ella
- ¿ Quién, mi cuñado ?
- No señora, no le he visto nunca
- Esta bien dile que espere un momento, por favor
Una vez hubo terminado el arreglo, se dirigió a la salita y frente a ella estaba Pablo. Se fundieron en un abrazo " Dios mio, Dios mio. Tú aquí "...-, es todo lo que podía decir
- ¿Cuándo has venido..., y por qué ?
- He llegado anoche... Mi madre no se encuentra muy bien, y como tenía unos días libres decidí venir a verla... a ella y a ti. Te juro que dudé si debía verte... pensé que sería peor al irme. Pero tenía, al estar en Madrid, la necesidad de verte, y no he podido resistirme
- ¿ Que le pasa a tu madre ?
- No es bueno...no es bueno
Azucena se levantó y dio orden a Consuelo de que se tomara el día libre. Pablo tenía necesidad de hablar, y para ello debían estar solos.
- Cuéntamelo todo. Lo siento, lo siento muchísimo
- No sabes lo que mi madre representa para mí. Ella siempre estuvo a mi lado, mientras mi padre no quería ni verme.
Charlaron largo rato. Pablo desahogó su angustia refugiado en el abrazo de Azucena. Ella le calmaba igual que a un niño. Recordó que un día ella se vió en la misma situación, con la misma desesperanza, y fue su cuñado quién la consoló. Entendía por lo que Pablo estaba pasando. Al cabo de un rato, consiguió que tumbado en el sofá, durmiera un poco. Los nervios y el cansancio del viaje le habían rendido.
Ella en silencio miraba su cara. Estaba más delgado y profundas ojeras rodeaban sus ojos, sus maravillosos y vivarachos ojos castaños. Sonrió y se acordó de María, la pizpireta hija de Pablo.
No se dio cuenta de que él se había despertado y la observaba . Se incorporo y la abrazó ... y se abrazaron
Dos días pasan rápido y cuando tienes que dejar a las personas que amas, pasan aún más deprisa. Pablo había estado en casa de sus padres para despedirse antes de partir para América. Llevaba el corazón encogido y la expresión de su padre, confirmó todos sus temores.
- Hijo, cuídate- padre e hijo se fundieron en un abrazo.
La más dura despedida fue la que tuvo que dar a su madre. presentía que no la volvería a ver con vida, pero debía disimular ante ella, a pesar de que era conocedora de que no tardaría en partir. No reconocía a la bella mujer que había sido su madre. Estaba delgada, muy delgada, sin brillo en los ojos y sin aliento casi para hablar. Se abrazó a ella y la besaba repetidas veces. Se fue destrozado...
Azucena le recogió a la puerta de la casa. Le llevaría hasta Barajas y le vería partir, otra vez.
- Presiento que no tardaremos mucho en vernos
- ¿ Por qué dices eso?
- Volveré, y no tardando mucho
- ¿ Te refieres a tu madre?
-Si, a eso me refiero.
Ella se quedó viendo despegar el avión que le alejaba. Imaginaba que él desde su asiento miraría por la ventanilla y quizá la dijera adiós con la mano aunque no pudiera verla.
Una semana más tarde, Pablo fue avisado por uno de sus hermanos del fallecimiento de su madre. No por esperado fue más terrible. Las niñas decidieron que le acompañarían y de no haber sido tan pequeño el benjamín de la familia, Ingrid también hubiera ido.
Las chiquillas estaban tristes, no sólo por la pérdida de su abuela, sino también por la tristeza y angustia que notaban en su padre. Inmediatamente prepararon el viaje y a las veinticuatro horas estaban en Madrid. El entierro se efectuaría a las pocas horas de la llegada de Pablo y sus hijas, pues había cumplido el plazo de tiempo que la ley marca.
Su cuerpo fue depositado en el Tanatorio, y hasta allí fue Azucena al haberse enterado por las necrológicas de los periódicos. Al verla, Pablo se derrumbó y abrazado a ella, rompió en sollozos. Algunas amistades se preguntaban quién era aquella mujer a la que Pablo abrazaba tan intensamente.
A la hora de darle sepultura, Azucena se quedó rezagada. Creyó que debía estar allí, pero al finalizar el acto, recorrió el camino hasta su coche para irse. Pablo y su familia tenían que atender a todos los que habían acudido al sepelio, y creía oportuno ausentarse. Le llamaría antes de que se marchara.
Pablo la vió irse, pero se encontraba tan angustiado, tan vacio, que no pudo ni pronunciar su nombre.
Por la noche la llamó
- Salgo mañana temprano, pero las niñas se quedan unos días con mi padre. No sé cuando regresare. Nos veremos cuando recoja a mis hijas. Cuídate mucho. Te quiero
- Tú también, cuídate. Yo también te quiero. Si lo deseas puedo ir a buscar a las niñas cualquier día y llevármelas por ahí, para que se distraigan. Son días de recibir visitas que desean hacer presente sus condolencias. Se sentirán solas, echarán de menos a su abuela y, quizá yo las pueda distraer llevándolas a cualquier sitio
- Aguarda un momento, se lo preguntaré- al cabo de un rato volvió con la respuesta- Dicen que si
- Bien, las llamaré pronto. Dejaré pasar el día de mañana... supongo que querrán estar con sus primos, en fin, ya sabes
- Llama cuando quieras. Irán encantadas.
- Adiós cielo
- Adiós, mi amor.
Ambos colgaron el teléfono a un tiempo. Azucena acudió a recoger a María y a Lizzy el día acordado. Fue recibida en una salita por el padre de Pablo, que muy cariñoso y educado, agradecía la deferencia para con sus nietas.
- No deseo que los niños respiren el ambiente tan triste que tenemos ahora en esta casa. ¡ La echo tanto de menos, hay un silencio tan grande !
- Lo sé, señor. Entiendo perfectamente de lo que habla. Yo me quedé viuda hace tiempo y el mundo se me vino encima
- ¿ Cómo..., tan joven ?
- ¡ Ay Dios mio ! las enfermedades no entienden de edades ni del sufrimiento que nos producen. Le aconsejo que no se guarde el dolor; llore si tiene que llorar, hable de su esposa si necesita hablar de ello. No se aisle de su familia. Sus nietos serán su mayor apoyo, créame
En la salita hicieron acto de presencia, las chiquillas que no estaban como en otras ocasiones exultantes de alegría. En sus bonitos ojos, había señales de haber estado llorando. Se abrazaron a su abuelo y besaron a Azucena. Las tres juntas, mientras decidían dónde ir, formaban un grupo encantador. Azucena se alegraba de poder ayudar en algo a la familia de Pablo. Las llevó a una cafetería, merendaron lo que las chicas quisieron y después comenzaron a relatar cómo de bonito era su hermano y cuanto le querían.
Inesperadamente, María, la más atrevida, pidió a Azucena a bocajarro
María |
- Háblanos de papá. El nos ha dicho que fuisteis novios. ¿ Estábais enamorados?
- ¡ María !-dijo su hermana escandalizada por el atrevimiento
- No importa Lizzy, no importa. No es nada malo.... Verás, nos conocimos cuando ambos estábamos estudiando los últimos años antes de entrar a la universidad. Tu padre era... muy seductor. Alegre, extrovertido, guapo, y con unos hermosos ojos que cautivaban a todas las chicas, así como los tuyos- dijo dirigiéndose a María- A mi me dejaba sin palabras cada vez que le veía. Su personalidad era ¡tan arrolladora! ... Y sin darnos cuenta nos enamoramos, y nos hicimos novios...Un día yo estaba de mal humor, me dolía la cabeza, y no entendía las bromas que me gastaba... el caso es que discutimos y yo perdí los nervios... Le dije que no quería volver a verle... y él dolido adelantó su viaje a América y no nos volvimos a ver hasta el crucero. El resto lo sabéis vosotras pues pertenece a vuestra propia historia. Pero debemos suponer que conoció a vuestra madre, se enamoraron, se casaron, tuvieron dos hermosas hijas, y por circunstancias que sólo ellos dos conocen se separaron... Fin de la historia
Azucena había ocultado el verdadero motivo de su ruptura y lo ocurrido en aquella desordenada habitación en casa de Pablo. Creía que eran muy jóvenes aún, y en todo caso debería ser su padre quién les hablara de ello, su así lo quería.
Pero María, quizá estaba pasando su propio duelo, su rabia, y Azucena se llevó la peor parte. Quería dar por zanjada la charla con las chicas , en lo que se refería a ella, pero María insistió:
- No, fin de la historia no. Mis padres se quieren mucho, y papá adora a Julito, mi hermano.
- Naturalmente que se querrán. Han estado casados y os han tenido a vosotras que os adoran. Cada persona ocupa un lugar en la vida, y para todos hay cabida
- Pero en el barco...-indecisa siguió María
- Por favor María, no seas cotilla-pidió Lizzy
- No, Lizzy. Déjala que hable, que pregunte. ¿ Qué quieres saber?
- Estuvisteis juntos, y os besábais...
- Claro , nos queremos... Guardamos muy buenos recuerdos de cuando éramos muy jóvenes.
- Pero... ¿ os váis a casar?
- ¡ María, por favor ! me estás poniendo nerviosa. A ti no te importa, eso es cosa de ellos, no nuestra- reprochó Lizzy
- Si es nuestra. Se trata de nuestro padre... Yo quiero a mi madre y no deseo que nadie ocupe su lugar
Azucena se quedó sin palabras, no sabía qué responderla
- María, nadie va a casarse con nadie. Nadie ocupará nunca el lugar de tu madre, ni en la vida de tu padre tampoco. Ahora eres muy joven, pero ocurren cosas en la vida que unen a las personas y se quieren, pero son solamente amigos. Con una amistad noble y sincera, de las que te ayudan cuando lo necesitas. Además , vivis a miles de kilómetros...
- Pero os acostasteis juntos. Entré en su camarote y no había nadie, y la cama intacta. Os espié, y por la mañana le ví salir de tu habitación
- María es muy difícil explicarte todo esto... Creo que deberías hablarlo con tu padre. Yo sólo puedo decirte, que me arrepentiré de haberle dejado marchar a América...
- Eres una egoísta, no te importó ni te importa el dolor que hayas causado. Déjale en paz, no te necesita, nos tiene a nosotras
Tanto Lizzy como Azucena, se quedaron mudas sin saber qué decir. No estaba acostumbrada a tratar con niños, y mucho menos con adolescentes. Se ponía en su lugar y trató de recordar las reacciones que ella hubiera podido tener a su edad, y recordó los reproches que le hizo antes de marchar... María tenía el carácter vivo de su padre y no pensaba en el daño que producía al hacer aquellos reproches.
Lizzy la miraba atónita, ella era más tranquila y ni siquiera imaginaba lo que pensaba su hermana.
Lizzy |
- Es mejor que nos marchemos- dijo Azucena- Soy consciente que estás pasando por un mal momento, que estás dolida, pero créeme ni tu padre ni yo hemos hecho nada malo. Yo quiero y recuerdo a mi marido, y si...., nos acostamos juntos porque nos queremos, pero no significa que vayamos a casarnos ni mucho menos. Ni siquiera nos lo hemos planteado, pero nunca haríamos algo que os pueda enfadar, no si alguna de vosotras no deseara nuestra unión. Pero estate tranquila, es muy posible que no volvamos a vernos. Para vuestro padre no hay nadie más importante en su vida que vosotras, ni siquiera yo... Así que no te preocupes, cielo, tendréis a papá para siempre. Para tu tranquilidad no nos veremos cuando venga a recogeros.
Y así fue, por voluntad de Azucena no quiso ver a Pablo, ni siquiera para despedirse cuando regresaron a Tejas. María la veía de otra manera, ya no era tan simpática ni tan bonita. Había conquistado el corazón de su padre y se había convertido en su rival. María pensaba que Pablo ya no la querría tanto a ella y, sí, a Azucena. Lizzy sin embargo, era en ese aspecto, más madura y pensaba que era bueno que su padre se volviera a enamorar.
- María no seas tonta. Es bueno que papá recupere un amor que daba por perdido. Debe rehacer su vida, lo mismo que mamá. No significa que deje de querernos, y la prueba la tienes que vivmos en países diferentes, muy lejos uno del otro.
- Pero es que no la soporto, no me cae bien. Siempre tan arreglada, tan puesta, tan pija...
- Eres injusta. También sufrió mucho y perdió a su marido muy joven
- ¿ Crees que si hubiera querido a papá se hubiera casado con otro? Estaba deseando deshacerse de él, le hizo sufrir, y ella se quedó tan tranquila
- A veces pienso que eres una chiquilla, que todavía no has crecido. Piensa que alguna vez nosotras iremos a la universidad, y nos enamoraremos, y andando el tiempo nos marcharemos de casa. Entonces ¿ qué hará él solo? ¿ lo has pensado? Creo que la egoísta has sido tu. Quizá ella cometió un error, pero de eso hace mucho tiempo
Pablo intentó hablar con ella en varias ocasiones, pero nunca se quiso poner al teléfono. Un día pensó que no podían estar así indefinidamente y tomó la decisión de hablar con él si la volviese a llamar. Y la llamó...
- Pablo, no deseo hacerte daño, pero hemos de cortar nuestra amistad
- Pero ¿ por qué ? No lo entiendo...
- No conduce a nada... Tú no puedes venir y yo no voy a ir, así que no queda otra solución más que la de cortar, antes de que sea demasiado tarde
-Oye, oye... Esto no lo podemos hablar así, tiene que ser en persona. Y habrás de explicármelo mejor, porque no lo entiendo. Por todos los demonios ¡ nos queremos ! ¿ qué más necesitamos?
- Ha sido bonito , pero han sido los recuerdos los que nos han nublado la razón. Al estar separados, me he dado cuenta de que era una quimera. No se puede dar marcha atrás al reloj. Nada es lo mismo, nosotros no somos los mismos. Nada es igual...Es mejor que lo dejemos. Mi decisión es esta y definitiva.
Por mucho que Pablo protestara, no la hizo cambiar de opinión. No podía cambiar de opinión. María estaba entre ellos y nunca se interpondría entre su hija y él. Nunca tendría que elegir por su causa. Sólo Dios sabía lo que la costaba tener que despedirse, pero pensaba que era su destino. Quizá estaba siendo castigada por algo que hizo hace tiempo y no pudo pedir perdón.
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