LA CARTA: Capítulo 1º / Mi vida en solitario
Cuando salió de la iglesia en el funeral de Luis, todos se acercaron a besarla y a expresarla sus condolencias y apoyo, pero en realidad eran palabras huecas, de compromiso. Estaba sola frente a su realidad y, ni la familia ni los amigos, podían sacarla de su tristeza y vacío, que sentía en lo más profundo.
Sus padres deseaban que se fuera con ellos durante unos días, al menos hasta haber asimilado la pérdida sufrida. Igualmente la dijeron sus cuñados, excepto Braulio, el hermano mayor de Luis, que tomándola del brazo, en un aparte, la dijo:
- Eres dueña de tu vida y debes sentir tu duelo como mejor quieras. Si te apetece estar en tu casa, permanece en ella. Sabes que si deseas otra cosa, todos estaremos encantados de que vengas a vivir con cualquiera de nosotros. Pero mi consejo es: quédate en casa, porque en algún momento habrás de volver a ella y si lo haces pasado un tiempo, te será más doloroso. Debes empezar de cero, tú sola y, cuanto antes, será más fácil. Debes superar su pérdida y retomar tu vida, debes seguir adelante. No te dejes influenciar por nadie; lo hacen con la mejor intención, pero debes rodearte de lo que hasta ahora ha sido tu vida, recordarle allí, en tu hogar, con sus objetos, su ropa, su olor. Llorarás mucho, muchísimo, seguirás desesperada, pero el tiempo poco a poco irá suavizándolo todo. Hasta que asimiles que ya no está, que no volverá, y sólo entonces el dolor se irá atenuando. Siempre serás nuestra cuñada, y siempre podrás recurrir a nosotros si nos necesitas, pero ahora debes estar sola. No te encierres en casa. Busca algo en lo que puedas emplear tu tiempo, eso te ayudará; ocupa tu mente en algo: algún trabajo, aunque económicamente no lo necesites. Cuando pasen unos días viaja... a dónde quieras... Sigue mi consejo... eres muy joven y deberás, más tarde, cuando el tiempo haya pasado, volver a la vida, a la que te corresponde por tu edad.
Braulio |
Aucena |
La besó en la frente, la abrazó y se separó de ella reuniéndose con sus padres que estaban desolados. Azucena se despidió de sus suegros, de sus padres, de sus amigos, de todos y, el chófer la condujo hacia su domicilio. Seguiría los consejos de Braulio, por mucho que la costara.
Los días pasaban y su tristeza no disminuía. Se abrazaba a la ropa de Luis que aún permanecía en el armario y, en el baño sus cosas de aseo. No salía de su habitación y la recorría incansable, acariciando, sus camisas, sus trajes, sus zapatillas. Olía todo como si Luis permaneciera en la habitación. Iba al baño, cogía su máquina de afeitar, su masaje facial, su peine, que aún conservaba algún cabello de la última vez que le peinó.
Había dado orden expresa de que no se tocara absolutamente nada de aquella habitación, ni del resto de la casa. Se sentaba en la salita frente al sillón de Luis, en el que había prohibido se sentara nadie. Quería conservar el rastro de la última vez que lo hizo su marido. Dormía en la misma cama y, en el lado en que lo hiciera Luis, como si recibiera el calor del cuerpo del ausente.
Las noches eran largas e insomnes. No paraba de dar vueltas y refugiaba su cara en la almohada de Luis, calmando el llanto. Así pasaron los días , y los meses.
Las amigas la llamaban por teléfono para que saliera a comer con ellas y, siempre su respuesta era negativa, hasta que dejaron de llamarla. Definitivamente se había quedado sola. De vez en cuando iba a comer con sus padres ó con alguno de sus cuñados, principalmente con Braulio , ó a casa de sus suegros. Cada vez que veía a los padres de Luis, la madre rompía en llanto desconsoladamente, por lo que fue espaciando sus visitas para no atormentarla.
El primer año fue muy duro para ella. Era el primer año, sin Luis. La primera Navidad, el primer cumpleaños, del aniversario de boda, de todo... Sus escasas salidas eran para dar una vuelta dentro de la urbanización en la que vivía. Tomaba el aire, daba paseos, y poco más. Al cabo de una hora retornaba a casa y ya no salía. En el tercer aniversario, se decidió a vaciar el armario de Luis y empaquetar en una caja su peine, su afeitadora, su masaje facial, en fin todo lo más íntimo de su marido. La ropa la donó a un refugio de gentes sin hogar y, a medida que lo iba guardando en el embalaje, el llanto se hacía más intenso. Acariciaba, por última vez, la ropa de Luis. Se quedó con los libros y con sus gafas, que guardó en la mesita de noche de su habitación. Miró su fotografía como cada noche al dormir y al despertar, y con su dedo índice le dio un beso. Se acurrucó en su lado de la cama como hacía siempre y, se dispuso a tratar de conciliar el sueño una vez más.
Aquella noche tuvo un sueño extraño, en el que se mezclaban imágenes de Luis, del funeral, de su boda... Era un sueño inquieto, en el que sólo le satisfacía el ver el rostro de su esposo. " Vale la pena soñar... al menos le veo...", se decía cuando se despertaba. Intentaba volver a dormir y volver a soñar con él, pero no siempre lo conseguía. Aquella noche, sin duda influenciada por embalar la ropa , sí lo consiguió y tuvo, entre nebulosas, una conversación con él. Luis la sonreía, la acariciaba y movía los labios, pero ella no podía entender lo que la decía, salvo en un instante, en que una corta frase, si entendió: " sigue adelante con tu vida, sal de casa, empieza a vivir de nuevo, amor".
Luis |
Luis seguía hablando, pero nuevamente volvían las muecas, no le entendía. Se despertó cuando a penas amanecía, pero ya no intentó dormir. Quería recordar lo que había soñado, quería grabarlo en su memoria. Eran las palabras de él...
- ¡ Dios mío ! Debo estar volviéndome loca. Luis no existe, no está y no vendrá jamás. Pero era ¡ tan dulce su mirada!, eran ¡ tan dulces sus palabras !"... Quiero volver a dormir, deseo volver a verle. Vuelve amor, vuelve de nuevo... Aunque sea en sueños tengo que volver a verte, tengo que escucharte otra vez
El llanto cubría nuevamente su cara. Y siguieron pasando los días, pero no olvidó aquel sueño, aunque no volvió a repetirse.
Hacían ya cinco años que había perdido a Luis. El dolor se había atenuado, que no marchado, pero veía las cosas más serenamente. Miró en torno suyo el domicilio que había compartido con él y, se le antojó demasiado grande . Recordó los consejos de Braulio y decidió que era hora de dar un giro a su vida
- José - llamó al chófer -, llévame por favor al centro. He de visitar una inmobiliaria.
- Cuando diga la señora- respondió José
En menos de media hora estaba frente a una afamada inmobiliaria. Quería poner en venta el chalet y comprar un apartamento, pequeño, más céntrico. Un apartamento en el que no tuviera recuerdos, en el que comenzar una nueva vida, aunque siguiese sola.
Miró algunas fotografías de apartamentos, y quedó con el agente en que al día siguiente la visitaría en el chalet, para ver in situ la ubicación y la capacidad del mismo. Tenía una economía muy holgada, por la herencia de su marido, y su propio dinero personal facilitado de soltera por sus padres. No tenía prisa en venderlo, ni tampoco interés en su precio; lo dejaría al buen criterio del agente.
Inmobiliaria |
Las gestiones se realizaron de conformidad y organizaron el traslado para una semana después. En el plazo previsto, los empleados de la compañía de mudanzas, procedieron al embalaje de los enseres de su casa, excepto un mueble personal de su habitación, en el que guardaba sus recuerdos más queridos. Eso lo quería hacer ella y, se puso a la tarea sentada en su cama. A sus pies una caja en la que depositaría todos los recuerdos acumulados durante esos años.
No eran buenos días para ella. El remover toda la casa, la producía un gran dolor. Allí había sido feliz, y profundamente desgraciada. Atrás quedaría una parte importante de su vida. Debía seguir adelante, debía empezar de nuevo. Se había tornado más reflexiva y desde que quedara viuda, sus prioridades habían cambiado. Percibía la vida de otra manera. Seguía siendo muy joven, pero había madurado a fuerza de pasarlo mal, muy mal.
Vaciaba el contenido de los cajones de la cómoda, lentamente, rememorando el momento en que guardó aquellos pequeños objetos que formaban parte de su vida. Encontró entre ellos su diario de cuando estaba haciendo los últimos años de bachillerato. Después iría a la Universidad.
Repasó algunas páginas y de ellas saltaron viejos recuerdos que creía ya olvidados. Sonrió al ver su letra juvenil, los sueños y proyectos que en sus páginas había reflejado en los primeros años de adolescencia. Su primer amor... ´
Al llegar aquí, levantó la cabeza del diario y con una sonrisa, un rostro vino a su memoria. ¡ Pablo ! ¿ Qué habrá sido de él? Recordaba perfectamente su rostro moreno, un poco pillo, y una sonrisa picarona cada vez que la veía.
Guardó el librito mientras sonreía. Había pasado el tiempo y muchas cosas en su vida.
Siguió con su tarea; unos pendientes de cuando hizo la Primera Comunión, su primer reloj de pulsera, un collar que llevó la primera vez que salió hasta las 11 de la noche, una fotografía de cuando terminó el bachillerato con sus amigas, un rosario..
Todos estos recuerdos hicieron que se olvidara momentáneamente de lo que estaba haciendo. Ya estaba finalizando, cuando un sobre apareció ante sus ojos. De trazos firmes y seguros, un nombre y una letra sobradamente conocidos, resaltaba ante ella : "Azucena ". Había olvidado por completo la existencia de aquella carta, pero no hacía falta leer su remite, era de Pablo, el chico de la que estaba enamorada antes de casarse con Luis.
La sacó lentamente, como para dilatar el momento , que se le antojaba, iba traerle recuerdos no muy lejanos, pero que la producían nostalgia del pasado. Y despacio, muy despacio, comenzó a leer aquella carta que cambió el rumbo de su vida
" Hoy escribo esta carta sabiendo que cuando se halle en tu poder, yo estaré lejos, muy lejos. Nos conocemos desde el instituto, entramos juntos en la adolescencia, y sin darnos cuenta el amor ha dejado huella en nosotros. pero nuestro amor es imposible, somos incompatibles, somos polos opuestos: tú, ordenada, perfeccionista. Yo, un absoluto desastre.
La discusión que hemos tenido, me da la dimensión exacta de nuestra relación, y he llegado a la conclusión de que debemos olvidar nuestro amor. Luis bebe los vientos por ti, y debes fijar tu mirada en él. Es un buen chico y muy a fin a tu carácter.
Cuando leas la carta, ya estaré en Estados Unidos. Allí completaré mi carrera, y para cuando regrese a España, tú ya estarás casada, posiblemente, y tendrás un par de hijos.
Quiero que sepas que no olvido lo que vivimos juntos. ¡ Cómo olvidar que fui yo quién te convirtió en mujer ! Pero por el amor que te tengo, es por lo que he decidido poner tierra de por medio. Somos jóvenes, quizás demasiado, para pensar en unir nuestras vidas; primero hemos de forjarnos un porvenir, y para ello aún queda bastante. No creo que tengas paciencia para esperar, por la distancia, que nuestro amor permanezca intacto. Eso no es posible, ni lógico.
Tu futuro está junto a Luis, aunque sea unos años mayor que tú, serás muy feliz a su lado. Me será difícil olvidarte, y siempre tendrás un lugar en mi corazón, pues eres una parte importante de mi vida.. Pablo. "
Al concluir su lectura, dos lagrimones resbalaban por sus mejillas. Levantó la cabeza mirando al techo y, ante sus ojos volvieron a tomar cuerpo los momentos vividos con Pablo. Recordó aquel día en que tomándola de la mano, la condujo hasta su pequeño apartamento. Recordó la impresión que había tenido al entrar en él; todo por el medio, la cama sin hacer, y el cuarto de baño con un montón de ropa sin lavar. Lo miraba todo atónita: nunca había visto tamaño desastre...
Pero los brazos de Pablo la rodearon, y sus labios besaron los suyos. Las caricias se sucedieron, y aquella cama desordenada, fue el testigo del amor desaforado de los jóvenes.
Cuando salieron a la calle, para Azucena, todo tenía otro color, era más brillante, los árboles más verdes, las flores tenían un color más intenso y sentía un amor más profundo por el chico que rodeando su cintura la atraía hacia él, besándola en las mejillas. Habían consumado un sincero y adolescente amor.
Movió su cabeza como para despejar sus pensamientos, y volviendo a meter la carta en el sobre, la guardó cuidadosamente en su bolso. Deseaba tenerla a mano, deseaba volverla a leer. Esa fue la última noticia que tuvo de Pablo, nunca más habían vuelto a verse.
Se preguntaba porqué había ocurrido todo. ¿ Por qué habían regañado ? Las cosas suceden en un momento determinado, y a menudo, provocan algo que nos cambia. En aquella ocasión ¿ fue orgullo, cabezonería ?, ó quizás no supieron medir las consecuencias de la intimidad que tuvieron. La discusión se inició a los pocos días de haber estado por primera vez en casa de Pablo. Querían volverlo a repetir, pero Azucena le reprochó el desorden habitual en él. Esa fue la excusa, pero en realidad era que ese día estaba de mal humor, estaba preocupada por el retraso que tenía en su organismo, pensando que había ocurrido el "gran desastre": estaba encinta ...
Pero no fue así, fue solamente eso, un retraso. Pero para cuando lo averiguaron, ya había tenido lugar una fuerte discusión y Azucena había reprochado a Pablo no hubiese tenido más cuidado y él, dando un portazo, se había marchado.
Aquella noche, Pablo no pudo dormir. Amaba a esa muchacha, pero sabía que su relación era complicada, por lo que tomó la decisión de irse de España, y quizás en la lejanía consiguiera olvidarla.
Sentado en la mesa de la cocina, tomó papel y pluma y escribió una carta para despedirse de ella, aquella carta, que ella recibió bastantes días después de su partida, cuando ya era imposible una reconciliación.
Fue una gran decepción para Azucena y la costó tiempo olvidar, que no consiguió, aquellos momentos vividos Después, ella volvió su mirada hacia Luis y unieron sus vidas como ya sabemos.
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