Ese desconocido





Era una bonita mujer. Caminaba erguida, como orgullosa de saberse mirada, aún, por los hombres con quienes se cruzaba en la calle. Su espalda aún estaba recta. Su rostro ausente de arrugas en las que se ocupaba mucho de que permanecieran ocultas, en su lugar. No era excesivamente mayor, pero sí iba camino de la mitad de la vida. Se miraba al espejo y escudriñaba palmo a palmo su cara. No permitiría que ninguna señal de vejez se asomara a ella.

Permanecía soltera, no por falta de pretendientes. Mantenía fija en su memoria el rostro, la figura, de alguien a quién conoció hacía muchos años. Demasiados para que ella aún permaneciera fiel a su recuerdo. Se había enamorado por primera vez cuando era casi una niña. En un principio, sus amigas, le aconsejaban que se olvidara de aquél muchacho tan atractivo   que pertenecía a un curso más avanzado que ella y, por si esto fuera poco, era originario de un lejano país. Pero, quizás, precisamente por ello, a ella le atraía sobre manera el rostro, la mirada impenetrable de aquel muchacho.

Era alto, bastante alto, de armoniosas facciones y de piel ligeramente amarillenta, muy pálida contrastando con la suya de color brevemente tostado. Probablemente, el ser tan diferente, fuera lo que más la atrajera de él, quién a ella, ni siquiera se acercaba. Pero no la importaba. La bastaba con que fuera ella quién se sintiera atraído por aquel muchacho de raza tan diferente y tan extraño comportamiento. Nunca la miraba y, por supuesto, nunca trató de entablar alguna conversación con ella. No la importaba nada, tan sólo poderle ver, aunque fuera desde lejos.

Todo un curso duró aquella ensoñación que permanecía estática, sin ningún cambio. Algo que, sus más íntimas amigas la reprochaban dado el comportamiento del muchacho que ni siquiera había cruzado su mirada con la de ella. Supuso un gran disgusto el día que terminó el curso y, por tanto, su estancia en el país que le había acogido durante varios meses. Ella contemplaba horrorizaba que la fecha de la partida se acercaba cada vez más rápidamente y ni siquiera habían cruzado palabra alguna.

El triste día estaba allí. Su plazo se había cumplido. Se encontraba enferma, pero, a pesar de ello, no quiso faltar a la despedida de todos. Unos seguirían en el próximo curso y, otros marcharían y no se volverían a ver probablemente. Ese era el caso de ellos. A duras penas había conseguido saber su nombre: Lee, pero a él, no le importó lo más mínimo no conocer el de ella.

 Durante tres días, permaneció en cama cuando todos dejaron de verse y, cada uno partió para su país. Ninguno, aún habiendo bastantes extranjeros, había llamado su atención, tan solo el asiático. No conseguía borrarle de su cabeza. Su madre llegó a preocuparse por si estuviera enferma. La pobre mujer, desconocía el drama que su hija vivía. Ya no había esperanza: se había marchado no sin antes despedirse de sus compañeros, pero ella no estaba entre sus amigos. No había consuelo para ella y, su más íntima amiga no encontraba las palabras para calmarla y hacerla desistir de su empeño.

Tenía una idea fija: en cuanto encontrara un trabajo, viajaría hasta su país y trataría de encontrarle. Como si su país fuera una ciudad pequeña, tan pequeña como para encontrarle enseguida. Además, el tiempo había transcurrido y, una vez terminada la carrera, tendría que encontrar un trabajo, ahorrar para el viaje y permanecer en aquél lejano país. ¿Cómo se defendería allí sin conocer el idioma, ni tampoco la ciudad? Era el interrogante que todos la planteaban, pero ella siempre encontraba respuesta para todo.

Nadie consiguió desechar de su cabeza ese pensamiento. Más de un año había transcurrido hasta que, siguiendo paso a paso su proyecto, lo consiguió. Como en un sueño, se vio andando dentro de un inmenso aeropuerto, repleto de personas que iban y venían a toda prisa yendo en busca de su objetivo. Ella no lo tenía. Ignoraba el rumbo que debía tomar. Tenía el suficiente soporte económico acumulado durante el tiempo que creyó sería suficiente para poder dedicarse exclusivamente a su búsqueda.

¿Por dónde empezar? En su ayuda había estado su amiga del alma. La ayudó a localizar el lugar en el que podría residir el oriental desconocido. Y también a qué se dedicaba. Así como su nombre y dónde viviría su familia. Eran datos muy superiores a los que en un principio pensaba obtener.

Ni siquiera se planteó que podría haber formado una familia. Seguía sin importarle. Se conformaba con verle una sola vez, ocultándole la verdad del porqué de aquel viaje.

Los días transcurrieron y el dinero se terminaba. Ella seguía sin localizarle y lo peor de todo no podía averiguar ningún dato, por seguir desconociendo el idioma. Tan sólo tenía una semana para poderle localizar. Se desesperaba al ser infructuosas sus pesquisas. Era el amor de su vida y ni siquiera se conocían ni sabía qué rumbo tomar.

Anduvo mis veces por la ciudad. Estaba a punto de tirar la toalla. Tenía que rendirse definitivamente. Había forjado algo en su cabeza imposible hasta hacerlo factible, pero lo cierto era que siempre fue una locura. Tomaría el avión de regreso a su país al día siguiente. Seguía sola como cuando llegó, pero peor: ya no le quedaba dinero y no había logrado su objetivo. Justificándose trataba de darse un razonamiento: “dos meses son poco tiempo para alcanzar la meta”. Pero lo cierto era que tenía que admitir que había sido un disparate.

Tenía que comprar algún regalo para su amiga que tanto la había ayudado. Entró en un gran comercio situado en el aeropuerto. Su obsesión no hacía que pensara el que sería lo mejor para su amiga. Como flotando eligió uno que ni siquiera sabía si la gustaría. Pero su cabeza no estaba para esos menesteres.

Con desgana comía un pequeño bocadillo, más por hacer tiempo para el vuelo que por hambre. Sin darse a penas cuenta y sin saber por qué, fijó su mirada en la espalda de un hombre de poco menos de mediana edad. Ni siquiera se fijaba en él, aunque le estuviera mirando. De pronto se dio la vuelta quedando de perfil. Entonces fue cuando se fijó en su cara. Esos rasgos le recordaron a alguien. Alguien que, precisamente había estado buscando sin encontrarlo. Con un respingo, se puso de pie de un salto, haciendo el suficiente ruido con su asiento, como para que el extraño personaje volviera su cabeza hacia donde ese chirriar de la silla en el suelo se escuchara. La mirada de ambos se quedó fija en sus respectivos rostros.

¡Era él¡ El hombre por el que había viajado hasta ese remoto país. El que había machacado su cabeza durante tantos años. El que había buscado desde que llegara allí. Le tenía delante y él la miraba con la misma intensidad que ella. Ni siquiera sabían sus nombres, casi perdidos en la memoria, pero a un tiempo, ambos avanzaron en la misma dirección y, en sus bocas, como por arte de magia, salió el nombre de cada uno de ellos.

Se abrazaron sin decir palabra alguna. Ambos iban en busca del mismo proyecto: ellos mismos:

     ¿Qué haces aquí?

Preguntó él con un nudo en la garganta

     Vine a buscarte, pero no te encontré. Voy de regreso a casa

     ¡Te he echado tanto de menos…! Ni siquiera pude despedirme de ti. Desde entonces te he añorado. Ahora vuelvo a tu país. Trataría de encontrarte. Nunca conseguí olvidarte.

No pudieron seguir hablando. Un intenso abrazo selló sus labios. Volverían juntos al lugar en donde se conocieron. Tenían mucho de lo que hablar. Él, sin darse cuenta, introdujo su mano en el bolsillo de su chaqueta y, palpó una pequeña cajita que contenía un anillo de compromiso y unas alianzas. Sabía que era arriesgado, pero no se marcharía sin una respuesta de convertirla en su esposa.

 

Edición: noviembre 2022

Autora. 1996rosafermu / rosaf9494

DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS / COPYRIGHT

<HISTORIAS> < ENSAYO 

 

 

 


Comentarios

Entradas populares