OCURRIO UNA VEZ / Capítulo 1º / EN EL INSTITUTO
Stanley era el chico clásico por el que todas las compañeras de clase suspiraban. De pelo castaño, de reflejos cobrizos, alto, y deportista. Siempre andaba enredado con alguna muchacha. Había una que llamaba su atención , por lo bonita y tímida que era. Sabía que a ella le gustaba, pero se limitaba simplemente a mirarle desde lejos.
. Estaba dos clases más atrás que él. De larga melena oscura y unos impresionantes ojos grises No era muy alta, y quizá más delgada de lo normal. Vestía con ropa barata, ajada, y hasta quizá una talla mayor que la correspondiera . Algo perdida de color por tantos lavados.
Buscaba sitio en alguna mesa del comedor estudiantil. Su menú era muy frugal: un sándwich y una manzana. El presupuesto no daba para más.
- Eh, chica... Aquí tienes sitio
Giró la cabeza en la dirección de donde provenía la voz, y un rubor cubrió su infantil cara de dieciséis años. Era su chico preferido quién la llamaba. Tímidamente se aproximó. Stanley sonreía sabedor de la atracción que ella sentía por él.
- Gracias por el sitio. Se me ha hecho tarde... pensaba comer en el jardín
- ¡ Oh ! no te preocupes. Puedo guardarte sitio todos los días- la dijo Stanley
- Eso sería estupendo, gracias.
- ¿ Cómo te llamas? - le pregunta él
- ELLA- responde
- ¡ Qué nombre tan extraño !..., pero me gusta. Yo soy Stanley
Le caía bien esa chica. Era tímida, pero cuando sonreía unos preciosos hoyuelos se marcaban en sus mejillas, Pero sus ojos, eran lo que más llamaba su atención. Eran extraños de un color poco frecuente, de un gris hermoso. Eran grandes y profundos.
Entre los chicos compañeros de Stanley, comenzaron a hacer apuestas sobre ella y él. Era vox populi entre ellos que la chica nueva, estaba coladita por sus huesos.
- Seguro que te la ligas de inmediato- decía Peter, su mejor amigo
- Ni hablar, es una estrecha- aseguraba Bill
Stanley callaba. Día a día, a medida que la iba conociendo, se iba sintiendo atraído por ella. Le gustaba mucho. Era sencilla y simpática, aunque muy tímida.
Un sábado por la tarde la invitó al cine, y allí en la oscuridad de la sala, la besó por primera vez. Tenía unos labios suaves e inocentes. A la salida, ella no le miraba a la cara. El, extrañado, la dijo
- Qué ocurre ¿ te ha molestado que te besara? ¿ Por qué no me miras?
- Es que... es la primera vez que un chico me besa y me da vergüenza. Lo siento
- No lo sientas. A mi me gusta haber sido el primero
La toma de la mano. Está muy nerviosa, tanto, que hasta tiembla. Stanley la besa en el dorso y suavemente comienza a acariciar sus nudillos , con su dedo pulgar.
La madre de ELLA trabajaba en la fábrica de automóviles Chrysler de encargada del comedor de los obreros. Se ocupaba en servirles la comida y recoger después los platos. Para sacarse algo más de dinero limpiaba los servicios. Eran tiempos difíciles. Trabajaba mucho y ganaba poco. Se había quedado viuda cuando la niña contaba a penas dos años de edad. Su marido murió de cirrosis por exceso en la bebida. Y ella se quedó totalmente desamparada, sin dinero y con una hija de la que ocuparse. Mientras estaba en la fábrica, una vecina cuidaba de la niña, a cambio de unos pocos dólares.
En cambio la familia de Stanley, tenia una situación económica holgada. No eran ricos, pero si vivían desahogadamente.
La muchacha, tenía las mismas ilusiones que cualquier chica de su edad, sólo que ella nunca disponía de dinero ni siquiera para tomarse una Coca Cola en el bar de la gasolinera. Desde el primer día de clase se fijó en Stanley, pero él ni siquiera la prestaba atención. Hasta aquel día, en que la llamó para compartir la mesa del comedor. A partir de entonces procuraban coincidir a la salida de clase, y caminaban hasta la parada del autobús que tomaba ELLA para llegar a casa, que estaba situada en un suburbio de la ciudad.
De vez en cuando, los fines de semana, tomaban algo en alguna hamburguesería o iban al cine. Así estuvieron durante unos meses. La atracción entre ellos aumentaba. Ella se había enamorado perdidamente de Stanley. Él era su primer amor, su despertar de la adolescencia. Los besos se hicieron más frecuentes y más intensos. Cada vez que el muchacho la abrazaba, sentía algo muy especial, como si el estómago se le retorciera.
Fue una tarde de sábado cuando Stanley la propuso ir a algún lugar en donde pudieran abrazarse y besarse sin llamar la atención
- No sé... no creo que esté bien. ¿ Dónde vamos a ir ?-le decía ELLA
- Podemos ir a un motel. Allí no nos molestará nadie
- No nos dejarán estar. Somos muy jóvenes
- Yo tengo casi dieciocho años, y tú aparentas también más edad. No te preocupes, sé de un lugar en el que no nos pedirán el carnet de identidad ¿ Quieres venir ?
-Vale... pero sólo besarnos
- De acuerdo, nena. Sólo besarnos
Instintivamente, él toco un paquetito pequeño que llevaba en el bolsillo de su pantalón, y sonrió
- ¿ De qué te ríes?
- De nada. Me gusta que hayas aceptado.
Mientras esperaba fuera, él se acercó a solicitar la habitación. Como pensaba, nadie hizo preguntas
- ¿ Por qué sabias que no nos pedirían la edad?- le dijo inocentemente la chica
-Lo sé
- ¿ Has venido más veces ¿ verdad?
- Nena... en ocasiones los hombres tenemos necesidades
- Ah, ya ...- y no dijo más comprendiendo lo que quería decir.
Se encontraron en medio de la habitación. La timidez de la chica, cortaba un poco a Stanley, pero sabía que le quería y era correspondida por él. Se acercó y la dio un beso suave en los labios, al que ella correspondió, y entonces la pasión que ambos sentían rompió todas las barreras. Ella se abandonó y él aprovechó el momento. Sacó del bolsillo del pantalón un paquetito pequeño, que se puso rápidamente. Había conquistado a una chica virgen e inocente que confiaba en él, y que además era correspondida con intensidad. Permanecieron acostados con las manos enlazadas. Estaban tumbados de lado, mirándose a los ojos. En los ojos grises de la chica, había una luz especial. Acariciaba la cara del chico y él besaba su frente y su mejilla con la punta de su nariz.
¡-Oh Dios mío, ¡qué tarde es !-mira alarmada su reloj- Mi madre ya debe estar en casa. Me va a caer una buena
Ambos se visten rápidamente y salen disparados del motel.
- Ha sido increíble ELLA. Te quiero
- Yo también Stanley, eres muy importante para mi. Adiós
Se dieron un beso y entró en su casa bajo la atenta mirada de él. Estaba pletórico. Se querían.
- ¿ Te parece que estas son horas de venir?- la increpaba la madre- No te voy a permitir que seas una golfa, porque a estas horas ninguna chica decente anda por ahí suelta
- Mamá, son solo las once
- Tenías que haber llegado hace una hora. Y digo yo, que bien podías ayudarme un poco. Me deslomo a trabajar para que tu puedas comer, y tú por ahí divirtiéndote ¿ con quién? Con alguno que quiera un sobeteo, seguro
- Mamá eso no es cierto. El me quiere
- Ah ¿ con qué tienes novio?
- Novio, lo que se dice novio... pues no. Acabamos de empezar a salir. Es del Instituto
- No me digas más. Algún niño rico que quiere reírse de ti, porque ya me dirás qué te ha visto
- Le gusto mamá, tal como soy
- O eso es lo que te ha dicho. Cuando haya conseguido lo que busca te dará la patada. Así que ándate con ojo y ten cuidado
Ella no quiso cenar, no tenía apetito y estaba ansiosa por poder estar en su habitación y revivir todo lo que había sucedido en la habitación de aquel motel, que ni siquiera sabía que existía. Había sido su primera vez. Había entregado a Stanley su inocencia, y él la había amado con la misma intensidad
Las palabras de su madre, resonaban en su cabeza: " él me quiere, no es así. Me querrá siempre".
Stanley |
Buscaba sitio en alguna mesa del comedor estudiantil. Su menú era muy frugal: un sándwich y una manzana. El presupuesto no daba para más.
- Eh, chica... Aquí tienes sitio
Giró la cabeza en la dirección de donde provenía la voz, y un rubor cubrió su infantil cara de dieciséis años. Era su chico preferido quién la llamaba. Tímidamente se aproximó. Stanley sonreía sabedor de la atracción que ella sentía por él.
- Gracias por el sitio. Se me ha hecho tarde... pensaba comer en el jardín
- ¡ Oh ! no te preocupes. Puedo guardarte sitio todos los días- la dijo Stanley
- Eso sería estupendo, gracias.
- ¿ Cómo te llamas? - le pregunta él
- ELLA- responde
- ¡ Qué nombre tan extraño !..., pero me gusta. Yo soy Stanley
Le caía bien esa chica. Era tímida, pero cuando sonreía unos preciosos hoyuelos se marcaban en sus mejillas, Pero sus ojos, eran lo que más llamaba su atención. Eran extraños de un color poco frecuente, de un gris hermoso. Eran grandes y profundos.
Entre los chicos compañeros de Stanley, comenzaron a hacer apuestas sobre ella y él. Era vox populi entre ellos que la chica nueva, estaba coladita por sus huesos.
- Seguro que te la ligas de inmediato- decía Peter, su mejor amigo
- Ni hablar, es una estrecha- aseguraba Bill
Stanley callaba. Día a día, a medida que la iba conociendo, se iba sintiendo atraído por ella. Le gustaba mucho. Era sencilla y simpática, aunque muy tímida.
Un sábado por la tarde la invitó al cine, y allí en la oscuridad de la sala, la besó por primera vez. Tenía unos labios suaves e inocentes. A la salida, ella no le miraba a la cara. El, extrañado, la dijo
- Qué ocurre ¿ te ha molestado que te besara? ¿ Por qué no me miras?
- Es que... es la primera vez que un chico me besa y me da vergüenza. Lo siento
- No lo sientas. A mi me gusta haber sido el primero
La toma de la mano. Está muy nerviosa, tanto, que hasta tiembla. Stanley la besa en el dorso y suavemente comienza a acariciar sus nudillos , con su dedo pulgar.
La madre de ELLA trabajaba en la fábrica de automóviles Chrysler de encargada del comedor de los obreros. Se ocupaba en servirles la comida y recoger después los platos. Para sacarse algo más de dinero limpiaba los servicios. Eran tiempos difíciles. Trabajaba mucho y ganaba poco. Se había quedado viuda cuando la niña contaba a penas dos años de edad. Su marido murió de cirrosis por exceso en la bebida. Y ella se quedó totalmente desamparada, sin dinero y con una hija de la que ocuparse. Mientras estaba en la fábrica, una vecina cuidaba de la niña, a cambio de unos pocos dólares.
En cambio la familia de Stanley, tenia una situación económica holgada. No eran ricos, pero si vivían desahogadamente.
La muchacha, tenía las mismas ilusiones que cualquier chica de su edad, sólo que ella nunca disponía de dinero ni siquiera para tomarse una Coca Cola en el bar de la gasolinera. Desde el primer día de clase se fijó en Stanley, pero él ni siquiera la prestaba atención. Hasta aquel día, en que la llamó para compartir la mesa del comedor. A partir de entonces procuraban coincidir a la salida de clase, y caminaban hasta la parada del autobús que tomaba ELLA para llegar a casa, que estaba situada en un suburbio de la ciudad.
De vez en cuando, los fines de semana, tomaban algo en alguna hamburguesería o iban al cine. Así estuvieron durante unos meses. La atracción entre ellos aumentaba. Ella se había enamorado perdidamente de Stanley. Él era su primer amor, su despertar de la adolescencia. Los besos se hicieron más frecuentes y más intensos. Cada vez que el muchacho la abrazaba, sentía algo muy especial, como si el estómago se le retorciera.
Fue una tarde de sábado cuando Stanley la propuso ir a algún lugar en donde pudieran abrazarse y besarse sin llamar la atención
- No sé... no creo que esté bien. ¿ Dónde vamos a ir ?-le decía ELLA
- Podemos ir a un motel. Allí no nos molestará nadie
- No nos dejarán estar. Somos muy jóvenes
- Yo tengo casi dieciocho años, y tú aparentas también más edad. No te preocupes, sé de un lugar en el que no nos pedirán el carnet de identidad ¿ Quieres venir ?
-Vale... pero sólo besarnos
- De acuerdo, nena. Sólo besarnos
Instintivamente, él toco un paquetito pequeño que llevaba en el bolsillo de su pantalón, y sonrió
- ¿ De qué te ríes?
- De nada. Me gusta que hayas aceptado.
Mientras esperaba fuera, él se acercó a solicitar la habitación. Como pensaba, nadie hizo preguntas
- ¿ Por qué sabias que no nos pedirían la edad?- le dijo inocentemente la chica
-Lo sé
- ¿ Has venido más veces ¿ verdad?
- Nena... en ocasiones los hombres tenemos necesidades
- Ah, ya ...- y no dijo más comprendiendo lo que quería decir.
Se encontraron en medio de la habitación. La timidez de la chica, cortaba un poco a Stanley, pero sabía que le quería y era correspondida por él. Se acercó y la dio un beso suave en los labios, al que ella correspondió, y entonces la pasión que ambos sentían rompió todas las barreras. Ella se abandonó y él aprovechó el momento. Sacó del bolsillo del pantalón un paquetito pequeño, que se puso rápidamente. Había conquistado a una chica virgen e inocente que confiaba en él, y que además era correspondida con intensidad. Permanecieron acostados con las manos enlazadas. Estaban tumbados de lado, mirándose a los ojos. En los ojos grises de la chica, había una luz especial. Acariciaba la cara del chico y él besaba su frente y su mejilla con la punta de su nariz.
¡-Oh Dios mío, ¡qué tarde es !-mira alarmada su reloj- Mi madre ya debe estar en casa. Me va a caer una buena
Ambos se visten rápidamente y salen disparados del motel.
- Ha sido increíble ELLA. Te quiero
- Yo también Stanley, eres muy importante para mi. Adiós
Se dieron un beso y entró en su casa bajo la atenta mirada de él. Estaba pletórico. Se querían.
- ¿ Te parece que estas son horas de venir?- la increpaba la madre- No te voy a permitir que seas una golfa, porque a estas horas ninguna chica decente anda por ahí suelta
- Mamá, son solo las once
- Tenías que haber llegado hace una hora. Y digo yo, que bien podías ayudarme un poco. Me deslomo a trabajar para que tu puedas comer, y tú por ahí divirtiéndote ¿ con quién? Con alguno que quiera un sobeteo, seguro
- Mamá eso no es cierto. El me quiere
- Ah ¿ con qué tienes novio?
- Novio, lo que se dice novio... pues no. Acabamos de empezar a salir. Es del Instituto
- No me digas más. Algún niño rico que quiere reírse de ti, porque ya me dirás qué te ha visto
- Le gusto mamá, tal como soy
- O eso es lo que te ha dicho. Cuando haya conseguido lo que busca te dará la patada. Así que ándate con ojo y ten cuidado
Ella no quiso cenar, no tenía apetito y estaba ansiosa por poder estar en su habitación y revivir todo lo que había sucedido en la habitación de aquel motel, que ni siquiera sabía que existía. Había sido su primera vez. Había entregado a Stanley su inocencia, y él la había amado con la misma intensidad
Las palabras de su madre, resonaban en su cabeza: " él me quiere, no es así. Me querrá siempre".
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